La autoritaria soledad de la Presidenta
La autoritaria soledad de la Presidenta Por Joaquín Morales Solá | LA NACION Dicen que prefiere cada vez más la soledad. Pocos funcionarios tienen acceso permanente a la Presidenta. Carlos Zannini, Axel Kicillof y Guillermo Moreno. No hay muchos más. Su paciencia es crecientemente corta. El gabinete teme a los arrebatos de Cristina. Algunos funcionarios entran a su despacho, cuando entran, con un incontrolable temblor en las piernas. Varios ministros quisieran renunciar a tiempo, antes de una descortés despedida. ¿Julio De Vido? ¿Nilda Garré? ¿Carlos Tomada? No pueden. La jefa ya les aclaró que sólo ella decidirá el día y la hora del final de sus carreras políticas. Los cansados obedecen; la represalia podría ser peor que la angustia de la permanencia. ¿Qué ha pasado con Cristina Kirchner en los apenas once meses de su segundo mandato? ¿Por qué despilfarró tanto capital político en tan poco tiempo? ¿Qué la empuja a expulsar de sus cercanías a