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Manuel Alvarez Trongé, emprendedor por una educación mejor
POR LUIS SARTORI
Todo cambia. Del Champagnat, previa escala de una década en el primer mundo español, se metió de lleno en El Impenetrable. Y sueña con poner bien arriba a las escuelas del país.
24/09/12
“Reflexiona, discute, averigua, duda, escucha mucho, di lo que piensas pero piénsalo y saboréalo. Toma un café con la vida, compartámoslo en la mesa del fondo, sobre la ventana, con vista a la puesta del sol, donde se oye el mar y las olas mueven la mente. Invita la casa”. Esta mano tendida que encabeza su blog es un Manuel Alvarez Trongé auténtico. Aprender, filosofar, ver una puesta de sol en el mar...
Hombre que no le teme a la duda ni al cambio: lo formaron los maristas y a los 54 disfruta de Nietzsche y Savater; empezó como abogado de derecho societario y de familia porque “me gustaba discutir” y ser “un boxeador intelectual”, y ahora enseña y trabaja en negociación, mediación y arbitraje; mamó la escuela de élite del Champagnat (el colegio y el club de rugby) y terminó creando una ONG con base operativa en escuelas paupérrimas del Impenetrable. Frutilla del postre: en 2009 pasó de una mullida Madrid –una década como director de Telefónica– a un pueblito a 250 kilómetros de Resistencia.
¿Cómo empezó su ONG?
En el 2007 empiezan a salir en España noticias muy fuertes sobre la desnutrición en el Chaco. Y hubo una que particularmente me chocó mucho. Decía “Hambre en el país de la carne”. El artículo comparaba al Chaco con Biafra. Y yo ya conocía algo de la situación del Chaco porque una cuñada mía estaba trabajando allí, en Tres Isletas. Entonces yo dije, bueno, me voy para una de las visitas. Y me llevé a mis tres hijos mayores.
¿De la noche a la mañana?
Sí, porque venía mucho a Latinoamérica, cruzaba el Atlántico como si fuera a La Matanza. Y decidí irme a Tres Isletas. Era el lugar para empezar a mirar. También está relacionado con que empecé a leer filosofía en esa época. Le cuento algo personal: hoy leo filosofía de noche media hora mientras tomo un baño de inmersión. Tengo una biblioteca arriba de la bañera.
¿Por qué fue con hijos?
Me pareció importante en ese momento de confusión. Ellos estaban solos acá, y cuando venían a España vivían el primer mundo y en una situación muy acomodada. Me pareció muy lindo el desafío de ver otra realidad, de no estar solamente en la primera clase de España.
¿Algún hecho clave en Chaco?
Había una celebración de absoluta casualidad –al decir de Borges, todo encuentro casual es una cita– y mi hija mayor, que había estado años antes con su colegio, se reencuentra con la maestra de una escuelita rural, Sandra. Y ella le da un cuaderno y le dice “leelo y después me lo das, porque hemos mejorado mucho”. A la noche nos vamos a dormir a un vestuario de un club y abrimos el cuaderno: las maestras contaban día a día lo que era la vida de la escuela. Me quedé hasta las 4 leyendo. A la mañana siguiente fuimos a buscar a la maestra a su casa y le digo: “Sandra, este cuaderno me ha fascinado, lo quiero fotocopiar, y te vamos a ayudar”. Así empezó todo. ¿Qué siguió?
A partir de allí surgió un vínculo y, cada vez que venía acá, hablaba con ella o me iba para Chaco. Empiezo a hablar con amigos, y nos fuimos para allá ya en forma más organizada a hacer un relevamiento de las escuelitas con las que podíamos trabajar. Encontramos dos: la de Sandra, y otra a 30 kilómetros. Las primeras ayudas fueron de infraestructura. En una de las escuelas ni tenían agua. La infraestructura es lo primero, es como una persona que se está ahogando: primero dale un salvavidas, después enseñale a nadar.
¿Con quiénes trabajan allá?
Con los docentes, sobre todo los directores. Hay mucho liderazgo en varios directores. Eso fue lo que nos llevó a decir merecen ser apoyados. Personalidades fuertes del lugar, que se convierten en la persona más respetada de la comunidad. La gente cuando tiene una enfermedad va a la escuela. No tienen centro sanitario. Hoy estamos llegando a 7 mil chicos en 40 escuelas del Impenetrable, todas en un radio de 50 kilómetros de Tres Isletas. Y tenemos 300 docentes, porque nuestra tesitura es que el líder cambia.
¿Es el eje de lo que hacen?
El eje práctico. Nos dimos cuenta de que nuestro trabajo era muy valioso pero una gotita del océano. O sea, llegar a 100, 500, 1.000 o 2.000 alumnos no movía el amperímetro de los 11 millones de alumnos que hay en la Argentina. En el Chaco aprendemos, pero esa práctica nos obliga a ir a la teoría. A partir de 2009 empezamos a trabajar con los foros de calidad. Convocamos a los mejores. Hay gente en el país que sabe mucho de educación y puede contribuir a esta epopeya de llevar a la Argentina a los primeros puestos. Ahora, esas conclusiones las tenemos que llevar a que sean política pública. Y por supuesto colocar el tema arriba: que se decida una elección por un plan de educación.
¿La sigla
educar
qué significa?
educar
qué significa?
La e de escuelas, porque queremos que las escuelas mejores sean para los más pobres. La d , los que tienen la llave, los docentes, y lo que proponemos es capacitarlos. La u es universalización, que todos los chicos estén en la escuela, y desde los 45 días. La c de calidad. La a es de ampliación de la jornada, está en la ley de financiación educativa, llevaría 4 horas más por día, doble jornada para todos los chicos y de a poco. Y lo último, la r de responsabilidad de todos. Y nuestra asociación se llama 2050 porque queremos a largo plazo convertirnos en un país que esté entre los 5 mejores en calidad educativa en el mundo.
Parece una utopía.
Sí, pero la Argentina supo ser ejemplo para todo el mundo: tuvimos alfabetización antes que Italia y España. Y sin embargo hoy estamos entre los últimos en los exámenes internacionales de calidad: 58°, de 65 países evaluados.
Aplazados en educación.
Sí, la Argentina está aplazada porque más del 50% de los chicos no tiene los conocimientos mínimos en ciencias, matemáticas ni lengua. Ahí tenemos un desafío trascendental como país, y sin color político. Esto nos tendría que convocar a una epopeya de todos, que debería ser tan convocante como ganar un Mundial de fútbol.
Si nos presentáramos al Mundial de educación...
...terminaríamos en las últimas posiciones. También en Latinoamérica, donde estamos rezagados y perdiendo posiciones. Entonces, ¿nos clasificaríamos para ese Mundial?
Ni llegaríamos a clasificarnos. Quedaríamos sextos o séptimos.
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