Un Brasil de clase media
"Queremos un Brasil de clase media"
08-10-12 00:00 Entrevista a Dilma Rousseff, la presidenta del país que logra combinar crecimiento con equidad social
Después de casi 10 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), la mayor economía de América Latina consiguió bajar drásticamente los índices de pobreza y logró un gran avance en la reducción de la desigualdad - una tendencia que es contraria a las brechas que se están dando en otros lugares.
Esto, creo yo, es un avance muy importante para Brasil, es decir, la transformación del país en una población de clase media, afirmó Dilma Rousseff desde su despacho en el Palácio do Planalto en Brasília, la maravilla modernista construida en mármol y diseñada por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Queremos esto; un Brasil de clase media.
Se ha hecho mucho por ayudar a millones de personas en lo que sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo. El milagro económico brasileño ha permitido sacar entre 30 y 40 millones de personas de la pobreza, crear mercados para las compañías nacionales y multinacionales y atraer inversores globales.
Sin embargo, después de casi una década de condiciones globales mayormente favorables, la economía se ralentizó de repente. Si el país quiere consolidar su reciente prosperidad y seguir siendo uno de los motores del crecimiento global junto con Rusia, India y China, las otras naciones del BRIC, Rousseff debe encontrar un nuevo modelo de desarrollo. En un mundo aquejado por la crisis económica, la cuestión es si la mandataria puede implementar los cambios que se necesitan para impulsar una segunda década de crecimiento. Esto implica enfrentar temas espinosos como la falta de competitividad de Brasil y los elevados costos de mano de obra.
"Tenemos que hacer lo más difícil", dijo José Scheinkman, profesor de Economía brasileño de la Universidad de Princeton.
Pero si Rousseff siente la presión, no lo demuestra cuando entra a la modesta sala de reuniones contigua a su oficina del palacio presidencial.
Tiene fama de ser una supervisora implacable y de hacer llorar a los ministros en las reuniones si no han cumplido con su tarea. Pero cuando un hispanoparlante en la sala trata de hablar en portugués sin poder disimular su acento, la mandataria amablemente lo carga imitando su cadencia. "Hablamos español aquí, también", dice amigablemente.
Cuando Rousseff asumió en enero del año pasado como sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva, había escepticismo sobre si esta tecnócrata que nunca antes había ejercido un cargo público podría controlar la coalición de más de 10 partidos liderada por el PT. Sin embargo, los críticos no contaban con la determinación de la primera mujer presidenta de Brasil. En 1967, se unió a un grupo militante de izquierda que luchaba contra la dictadura bajo el nombre de guerra Estela. A principios de la década de 1970, fue detenida, torturada y soportó casi tres años en prisión.
Cuando Lula da Silva llegó al poder en el año 2003, el entonces mandatario eligió a Rousseff, economista de carrera, para que presidiera el ministerio de Energía y luego la convirtió en su jefa de gabinete. Como presidenta, compensa su falta de experiencia electoral siendo diferente. Cuando el año pasado sus ministros se vieron envueltos en un caso de corrupción, ella hizo algo inusual en Brasilia: no los defendió y simplemente los dejó ir - a siete de ellos en total. Los votantes la aplaudieron. Mientras tanto, la tasa de desempleo siguió cayendo y llegó a un nivel récord por debajo de 6%, al tiempo que su popularidad se elevó por encima de 70%.
"La gente decía que le faltaba experiencia política. Yo creo, sin embargo, que ganamos con Dilma porque ella no representa la forma tradicional de hacer política en Brasil", comentó Fernanda Montenegro, la estrella de cine brasileña.
Pero, mientras que el año pasado puso a prueba su habilidad política, este año tiene la presión de reavivar la economía. Después de alcanzar 7,5% como consecuencia de los altos precios de los commodities y un auge del crédito y la producción en 2010, el año pasado el crecimiento se redujo a 2,7%. Y este año podría llegar a 1,5%.
Al preguntarle cuáles eran los principales desafíos, Rousseff hizo referencia a un problema que resulta familiar. La política monetaria laxa de Estados Unidos, si no está acompañada de políticas fiscales que absorban el exceso de fondos, provoca devaluaciones monetarias competitivas e inflación. Las políticas monetarias expansionistas que producen la depreciación de las divisas son políticas que generan asimetrías en las relaciones comerciales - asimetrías serias", dijo la presidenta.
Ahora que EE.UU. y otros países buscan salir de la crisis por medio de la exportación, Brasil se niega a convertirse en un mercado de bienes descartados. El gobierno ha tratado de proteger sus industrias a través de medidas tales como la aplicación de impuestos a automóviles que tienen más de 40% de componentes importados. Esto, junto con una iniciativa reciente para aumentar los aranceles aduaneros de cientos de productos, desde tuberías de hierro a neumáticos para colectivos, ha provocado la queja de socios comerciales tales como EE.UU. Sin embargo, Rousseff, en un discurso promulgado el mes pasado en la Asamblea General de Naciones Unidas, retrucó que "las medidas legítimas de defensa" no pueden ser calificadas de proteccionismo.
"Este país no solo ensambla cosas. Queremos una nación que produzca, que genere conocimiento y lo aplique aquí; queremos una fuerza de trabajo calificada", dijo Rousseff.
Pero la presidenta también reconoce que muchos de los problemas que enfrenta Brasil son locales. Los elevados costos de la mano de obra, la baja productividad, la deficiente infraestructura y los altos impuestos - con el gasto gubernamental en 36% del PBI, o el equivalente de muchos países europeos avanzados pero sin los mismos niveles de eficiencia - han creado una situación en la que la inflación aparece cuando la economía empieza a crecer.
Si bien la presidenta no promete un gran paquete de reformas, como se vio recientemente en India, que desreguló el sector minorista y los servicios aéreos, Rousseff afirma que Brasil está reduciendo el costo de mano de obra a través de la implementación de recortes a los impuestos a la nómina. Hasta el momento, 40 sectores industriales han resultado beneficiados. También se adoptarán otras medidas fiscales en el futuro. "Esto es importante porque no queremos castigar a los que generan empleo", dijo la presidenta.
El gobierno también está intensificando la venta de concesiones de infraestructura y ya ha vendido los aeropuertos de San Pablo, Campinas y Brasilia, el más grande del país. También se está preparando para lanzar concesiones de rutas y ferrocarriles por 133.000 millones de reales. Luego será el turno de los puertos. Estos proyectos resultan cruciales de cara al Mundial de Fútbol 2014, cuya sede será Brasil, y los Juegos Olímpicos que se celebraran dos años más tarde. Queremos socios del sector privado, de cualquier origen, dijo la mandataria.
El otro gran proyecto del gobierno es reducir las tradicionalmente altas tasas de interés del país. El banco central recortó las tasas en 500 puntos básicos, a un mínimo histórico de 7,5%, durante un período de 12 meses. Mientras que los bancos son criticados por cobrar tasas usurarias en Brasil - las de tarjetas de crédito pueden llegar a superar 100% - la intervención verbal del gobierno despertó temores de que éste interfiera en el mercado. Rousseff se mantiene firme.
La presidenta es igualmente categórica con respecto a otra área en la que el gobierno es acusado de intervenir con el sector privado - la decisión de recortar las ganancias de los operadores eléctricos. En un bloc de notas, Rousseff dibuja un gráfico que representa la vida útil promedio de una planta hidroeléctrica, donde las instalaciones continúan produciendo energía mucho tiempo después de haber pagado la inversión inicial - sin embargo, las compañías quieren seguir cobrando los mismos precios altos. Entonces, el gobierno les ha dado una opción a los operadores - recortar los precios ahora y renovar sus contratos o esperar a que los contratos expiren y correr el riesgo de perderlos. El resultado fue una reducción de 16% en los precios de la electricidad para los consumidores y de 28% para los clientes industriales. "Esto es muy importante porque tenemos que reducir los costos", dijo Rousseff acerca de la iniciativa.
Una presidenta que presta atención a los detalles, aunque sean triviales, es quizás lo que Brasil necesita para consolidar los logros de la última década y para afianzarse como un país de clase media. Pero, como las reformas recién están comenzando, mucho dependerá de la voluntad de la mandataria para hacer que se realice "el trabajo difícil".
Esto, creo yo, es un avance muy importante para Brasil, es decir, la transformación del país en una población de clase media, afirmó Dilma Rousseff desde su despacho en el Palácio do Planalto en Brasília, la maravilla modernista construida en mármol y diseñada por el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. Queremos esto; un Brasil de clase media.
Se ha hecho mucho por ayudar a millones de personas en lo que sigue siendo una de las sociedades más desiguales del mundo. El milagro económico brasileño ha permitido sacar entre 30 y 40 millones de personas de la pobreza, crear mercados para las compañías nacionales y multinacionales y atraer inversores globales.
Sin embargo, después de casi una década de condiciones globales mayormente favorables, la economía se ralentizó de repente. Si el país quiere consolidar su reciente prosperidad y seguir siendo uno de los motores del crecimiento global junto con Rusia, India y China, las otras naciones del BRIC, Rousseff debe encontrar un nuevo modelo de desarrollo. En un mundo aquejado por la crisis económica, la cuestión es si la mandataria puede implementar los cambios que se necesitan para impulsar una segunda década de crecimiento. Esto implica enfrentar temas espinosos como la falta de competitividad de Brasil y los elevados costos de mano de obra.
"Tenemos que hacer lo más difícil", dijo José Scheinkman, profesor de Economía brasileño de la Universidad de Princeton.
Pero si Rousseff siente la presión, no lo demuestra cuando entra a la modesta sala de reuniones contigua a su oficina del palacio presidencial.
Tiene fama de ser una supervisora implacable y de hacer llorar a los ministros en las reuniones si no han cumplido con su tarea. Pero cuando un hispanoparlante en la sala trata de hablar en portugués sin poder disimular su acento, la mandataria amablemente lo carga imitando su cadencia. "Hablamos español aquí, también", dice amigablemente.
Cuando Rousseff asumió en enero del año pasado como sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva, había escepticismo sobre si esta tecnócrata que nunca antes había ejercido un cargo público podría controlar la coalición de más de 10 partidos liderada por el PT. Sin embargo, los críticos no contaban con la determinación de la primera mujer presidenta de Brasil. En 1967, se unió a un grupo militante de izquierda que luchaba contra la dictadura bajo el nombre de guerra Estela. A principios de la década de 1970, fue detenida, torturada y soportó casi tres años en prisión.
Cuando Lula da Silva llegó al poder en el año 2003, el entonces mandatario eligió a Rousseff, economista de carrera, para que presidiera el ministerio de Energía y luego la convirtió en su jefa de gabinete. Como presidenta, compensa su falta de experiencia electoral siendo diferente. Cuando el año pasado sus ministros se vieron envueltos en un caso de corrupción, ella hizo algo inusual en Brasilia: no los defendió y simplemente los dejó ir - a siete de ellos en total. Los votantes la aplaudieron. Mientras tanto, la tasa de desempleo siguió cayendo y llegó a un nivel récord por debajo de 6%, al tiempo que su popularidad se elevó por encima de 70%.
"La gente decía que le faltaba experiencia política. Yo creo, sin embargo, que ganamos con Dilma porque ella no representa la forma tradicional de hacer política en Brasil", comentó Fernanda Montenegro, la estrella de cine brasileña.
Pero, mientras que el año pasado puso a prueba su habilidad política, este año tiene la presión de reavivar la economía. Después de alcanzar 7,5% como consecuencia de los altos precios de los commodities y un auge del crédito y la producción en 2010, el año pasado el crecimiento se redujo a 2,7%. Y este año podría llegar a 1,5%.
Al preguntarle cuáles eran los principales desafíos, Rousseff hizo referencia a un problema que resulta familiar. La política monetaria laxa de Estados Unidos, si no está acompañada de políticas fiscales que absorban el exceso de fondos, provoca devaluaciones monetarias competitivas e inflación. Las políticas monetarias expansionistas que producen la depreciación de las divisas son políticas que generan asimetrías en las relaciones comerciales - asimetrías serias", dijo la presidenta.
Ahora que EE.UU. y otros países buscan salir de la crisis por medio de la exportación, Brasil se niega a convertirse en un mercado de bienes descartados. El gobierno ha tratado de proteger sus industrias a través de medidas tales como la aplicación de impuestos a automóviles que tienen más de 40% de componentes importados. Esto, junto con una iniciativa reciente para aumentar los aranceles aduaneros de cientos de productos, desde tuberías de hierro a neumáticos para colectivos, ha provocado la queja de socios comerciales tales como EE.UU. Sin embargo, Rousseff, en un discurso promulgado el mes pasado en la Asamblea General de Naciones Unidas, retrucó que "las medidas legítimas de defensa" no pueden ser calificadas de proteccionismo.
"Este país no solo ensambla cosas. Queremos una nación que produzca, que genere conocimiento y lo aplique aquí; queremos una fuerza de trabajo calificada", dijo Rousseff.
Pero la presidenta también reconoce que muchos de los problemas que enfrenta Brasil son locales. Los elevados costos de la mano de obra, la baja productividad, la deficiente infraestructura y los altos impuestos - con el gasto gubernamental en 36% del PBI, o el equivalente de muchos países europeos avanzados pero sin los mismos niveles de eficiencia - han creado una situación en la que la inflación aparece cuando la economía empieza a crecer.
Si bien la presidenta no promete un gran paquete de reformas, como se vio recientemente en India, que desreguló el sector minorista y los servicios aéreos, Rousseff afirma que Brasil está reduciendo el costo de mano de obra a través de la implementación de recortes a los impuestos a la nómina. Hasta el momento, 40 sectores industriales han resultado beneficiados. También se adoptarán otras medidas fiscales en el futuro. "Esto es importante porque no queremos castigar a los que generan empleo", dijo la presidenta.
El gobierno también está intensificando la venta de concesiones de infraestructura y ya ha vendido los aeropuertos de San Pablo, Campinas y Brasilia, el más grande del país. También se está preparando para lanzar concesiones de rutas y ferrocarriles por 133.000 millones de reales. Luego será el turno de los puertos. Estos proyectos resultan cruciales de cara al Mundial de Fútbol 2014, cuya sede será Brasil, y los Juegos Olímpicos que se celebraran dos años más tarde. Queremos socios del sector privado, de cualquier origen, dijo la mandataria.
El otro gran proyecto del gobierno es reducir las tradicionalmente altas tasas de interés del país. El banco central recortó las tasas en 500 puntos básicos, a un mínimo histórico de 7,5%, durante un período de 12 meses. Mientras que los bancos son criticados por cobrar tasas usurarias en Brasil - las de tarjetas de crédito pueden llegar a superar 100% - la intervención verbal del gobierno despertó temores de que éste interfiera en el mercado. Rousseff se mantiene firme.
La presidenta es igualmente categórica con respecto a otra área en la que el gobierno es acusado de intervenir con el sector privado - la decisión de recortar las ganancias de los operadores eléctricos. En un bloc de notas, Rousseff dibuja un gráfico que representa la vida útil promedio de una planta hidroeléctrica, donde las instalaciones continúan produciendo energía mucho tiempo después de haber pagado la inversión inicial - sin embargo, las compañías quieren seguir cobrando los mismos precios altos. Entonces, el gobierno les ha dado una opción a los operadores - recortar los precios ahora y renovar sus contratos o esperar a que los contratos expiren y correr el riesgo de perderlos. El resultado fue una reducción de 16% en los precios de la electricidad para los consumidores y de 28% para los clientes industriales. "Esto es muy importante porque tenemos que reducir los costos", dijo Rousseff acerca de la iniciativa.
Una presidenta que presta atención a los detalles, aunque sean triviales, es quizás lo que Brasil necesita para consolidar los logros de la última década y para afianzarse como un país de clase media. Pero, como las reformas recién están comenzando, mucho dependerá de la voluntad de la mandataria para hacer que se realice "el trabajo difícil".
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