Ahora van por la educacion
POR ERNESTO BISCEGLIA PARA EL INTRANSIGENTE
Ahora van por la educación
La educación no está en crisis sino en caos, y todavía se pretende hundir más al sistema convirtiendo las escuelas en “unidades políticas organizadas”
Lunes, 01/08/2011 | 06:26 hs
Las naciones estado modernas fueron concebidas todas en un molde fundacional que fue en la mayoría de los casos una reforma educativa; es decir, se dieron una ley para regir la formación de los futuros ciudadanos en cuyo texto se hallaban plasmados los valores fundamentales de ese pueblo.
La Argentina no fue la excepción, tal como exhibe el texto de la Ley 1420 de 1884. Esa Ley fundó la Nación argentina, porque ya éramos un país, un estado, pero no una nación. ¿En qué se diferencian? En que el Estado es la forma política: territorio, habitantes, orden jurídico, etc., pero la nación es un sentimiento común, aquello en que todos los ciudadanos creen como valores de origen y destino común. Esto último pudo ser que se lograra durante la primera mitad del siglo XX, pero luego de la caída del peronismo, la educación fue paulatinamente desguazada, hasta lo que tenemos hoy, que el único sentimiento común es la camiseta de la Selección Nacional de Fútbol…, aunque con los últimos resultado, parece que ni eso.
Con no ser poco el hecho de que hemos resignado al parecer por este siglo incluso la posibilidad de regenerar el tejido social mediante una reforma educativa seria y responsable; ahora resulta que se pretende hacer de los restos del sistema una herramienta política al servicio nada menos que del sindicalismo.
Así se desprende de un escrito publicado en La Nación que bajo la denominación de “Democratización en las escuelas”, se pretende convertir a los establecimientos en “unidades políticas organizadas” licuando los restos de lo que a duras penas sobrevive del concepto de autoridad.
Es que la mentalidad progre devenida en poder desde hace unos años ha concebido que autoridad y disciplina son materias encontradas con los principios de la democracia, porque son sinónimos de represión. Nada más alejado de la realidad. La democracia nunca es un estado de libertinaje absoluto sino un sistema de valores que cuando se lo descalabra con demagogia barata termina en el facilismo, la intolerancia y el absurdo que como ejemplo se puede exhibir de uno de los príncipes del garantismo y los derechos humanos, administrador de la Justicia nada menos, que termina poseyendo media docena de inmuebles donde se ejerce la prostitución.
El llamado reglamento de “Democratización en las escuelas”, a la firma del Gobernador Daniel Scioli, elaborado por el Vicepresidente primero del Consejo General de Cultura y Educación Daniel Lauría, contempla que en los establecimientos escolares las decisiones puedan ser opinadas y hasta tomadas por empleados auxiliares; entiéndase por tales el portero, el personal de maestranza y los administrativos. Otorga injerencia también a los centros de estudiantes, a los padres que formen la cooperadora y llegado el caso hasta los ex alumnos.
Con esta iniciativa, la directora y el propio docente dejan de tener la capacidad de mando y amonestación que naturalmente les conviene para ser directamente nadie. Cualquiera sabe lo que suele ocurrir en las Cooperadoras escolares donde es común terminar entre denuncias por la administración de unos cuantos pesos. ¡Qué será cuando todos tengan poder decisión!
No se trata tampoco de discriminar, pero el viejo dicho reza con razón aquello de “zapatero a tus zapatos”; pues mal puede opinar un administrativo o un ordenanza sobre contenidos curriculares o los miembros de la cooperadora sobre medidas de autoridad cuando esos grupos suelen vivir en la más completa anarquía, donde uno trabaja y los demás toman mate.
Es de paso, sacar a la propia escuela del lugar que le asiste por naturaleza, de su gestión pedagógica y social.
En un párrafo se delata la intención que esconde este proyecto; dice: “La concepción del trabajo en equipo dentro de la institución escolar y eliminará la “verticalización” de las decisiones relacionadas con el ámbito institucional”. En buen romance, esa afirmación de carácter abierto, “ámbito institucional” quiere decir que todo el mundo podrá opinar y decidir sobre todo; no se puede pensar menos que el resultado será el caos.
En el fondo se revela el mesianismo conceptual de una ideología anárquica que ya ha conseguido grandes resultados: una Argentina anómica, donde violar las leyes es sinónimo de picardía criolla y cumplirla es poco menos que ser un necio.
Es el modelo escolar donde los alumnos cuando no están de acuerdo pueden tomar el establecimiento aplaudidos por sus propios padres, pintarlo y destruirlo, dejar sin clases a los que quieren estudiar, agredir profesores y hasta cortar la calle; un ramillete de delitos que son aplaudidos por las autoridades y protegidos por la policía.
Resulta increíble que haya funcionarios que se empeñen con tanto ahínco en terminar de destruir lo que queda del sistema educativo, pseudoinnovadores despiadados que no les alcanza con el estrepitoso fracaso en las aulas. Así es como ya nos hemos garantizado por lo menos un par de generaciones de seres semianalfabetos.
Ni alumnos ni docentes formados como debieran. Desde la capacitación comprobamos la mala calidad de los maestros que no leen un diario, por lo tanto están ausentes de la realidad y además ni siquiera pueden escribir un párrafo sin errores de ortografía. A eso, quieren ahora aumentarle la presencia y la opinión de los ya han salido de ese mismo sistema.
La autoridad escolar es resultado de una carrera. La directora se forma desde su primer día frente al grado para poder ejercer luego el manejo de la escuela. No puede ser improvisación en manos de quienes no tienen ni siquiera la formación cívica más elemental. Lo prueba cualquier encuesta donde resulta que la mayoría no conoce a los candidatos siquiera.
El proyecto en cuestión viene apoyado por los gremios docentes porteños que piensan así tener a las escuelas como elementos de presión del sistema.
En suma, se ha perdido el norte de la educación cuyos cimientos los plantaran los lejanos griegos para quienes el fin de la educación debía ser la virtud, la ética y la moral para lograr así la felicidad del individuo.
Ninguna de aquellas virtudes se encuentran en los programas de estudios; por eso se engrosan a diario los ejércitos de ciudadanos resentidos, porque no saben y lo único que sí saben, es que más allá de eso que son, nunca más nada serán. Los resultados están a la vista.-
La Argentina no fue la excepción, tal como exhibe el texto de la Ley 1420 de 1884. Esa Ley fundó la Nación argentina, porque ya éramos un país, un estado, pero no una nación. ¿En qué se diferencian? En que el Estado es la forma política: territorio, habitantes, orden jurídico, etc., pero la nación es un sentimiento común, aquello en que todos los ciudadanos creen como valores de origen y destino común. Esto último pudo ser que se lograra durante la primera mitad del siglo XX, pero luego de la caída del peronismo, la educación fue paulatinamente desguazada, hasta lo que tenemos hoy, que el único sentimiento común es la camiseta de la Selección Nacional de Fútbol…, aunque con los últimos resultado, parece que ni eso.
Con no ser poco el hecho de que hemos resignado al parecer por este siglo incluso la posibilidad de regenerar el tejido social mediante una reforma educativa seria y responsable; ahora resulta que se pretende hacer de los restos del sistema una herramienta política al servicio nada menos que del sindicalismo.
Así se desprende de un escrito publicado en La Nación que bajo la denominación de “Democratización en las escuelas”, se pretende convertir a los establecimientos en “unidades políticas organizadas” licuando los restos de lo que a duras penas sobrevive del concepto de autoridad.
Es que la mentalidad progre devenida en poder desde hace unos años ha concebido que autoridad y disciplina son materias encontradas con los principios de la democracia, porque son sinónimos de represión. Nada más alejado de la realidad. La democracia nunca es un estado de libertinaje absoluto sino un sistema de valores que cuando se lo descalabra con demagogia barata termina en el facilismo, la intolerancia y el absurdo que como ejemplo se puede exhibir de uno de los príncipes del garantismo y los derechos humanos, administrador de la Justicia nada menos, que termina poseyendo media docena de inmuebles donde se ejerce la prostitución.
El llamado reglamento de “Democratización en las escuelas”, a la firma del Gobernador Daniel Scioli, elaborado por el Vicepresidente primero del Consejo General de Cultura y Educación Daniel Lauría, contempla que en los establecimientos escolares las decisiones puedan ser opinadas y hasta tomadas por empleados auxiliares; entiéndase por tales el portero, el personal de maestranza y los administrativos. Otorga injerencia también a los centros de estudiantes, a los padres que formen la cooperadora y llegado el caso hasta los ex alumnos.
Con esta iniciativa, la directora y el propio docente dejan de tener la capacidad de mando y amonestación que naturalmente les conviene para ser directamente nadie. Cualquiera sabe lo que suele ocurrir en las Cooperadoras escolares donde es común terminar entre denuncias por la administración de unos cuantos pesos. ¡Qué será cuando todos tengan poder decisión!
No se trata tampoco de discriminar, pero el viejo dicho reza con razón aquello de “zapatero a tus zapatos”; pues mal puede opinar un administrativo o un ordenanza sobre contenidos curriculares o los miembros de la cooperadora sobre medidas de autoridad cuando esos grupos suelen vivir en la más completa anarquía, donde uno trabaja y los demás toman mate.
Es de paso, sacar a la propia escuela del lugar que le asiste por naturaleza, de su gestión pedagógica y social.
En un párrafo se delata la intención que esconde este proyecto; dice: “La concepción del trabajo en equipo dentro de la institución escolar y eliminará la “verticalización” de las decisiones relacionadas con el ámbito institucional”. En buen romance, esa afirmación de carácter abierto, “ámbito institucional” quiere decir que todo el mundo podrá opinar y decidir sobre todo; no se puede pensar menos que el resultado será el caos.
En el fondo se revela el mesianismo conceptual de una ideología anárquica que ya ha conseguido grandes resultados: una Argentina anómica, donde violar las leyes es sinónimo de picardía criolla y cumplirla es poco menos que ser un necio.
Es el modelo escolar donde los alumnos cuando no están de acuerdo pueden tomar el establecimiento aplaudidos por sus propios padres, pintarlo y destruirlo, dejar sin clases a los que quieren estudiar, agredir profesores y hasta cortar la calle; un ramillete de delitos que son aplaudidos por las autoridades y protegidos por la policía.
Resulta increíble que haya funcionarios que se empeñen con tanto ahínco en terminar de destruir lo que queda del sistema educativo, pseudoinnovadores despiadados que no les alcanza con el estrepitoso fracaso en las aulas. Así es como ya nos hemos garantizado por lo menos un par de generaciones de seres semianalfabetos.
Ni alumnos ni docentes formados como debieran. Desde la capacitación comprobamos la mala calidad de los maestros que no leen un diario, por lo tanto están ausentes de la realidad y además ni siquiera pueden escribir un párrafo sin errores de ortografía. A eso, quieren ahora aumentarle la presencia y la opinión de los ya han salido de ese mismo sistema.
La autoridad escolar es resultado de una carrera. La directora se forma desde su primer día frente al grado para poder ejercer luego el manejo de la escuela. No puede ser improvisación en manos de quienes no tienen ni siquiera la formación cívica más elemental. Lo prueba cualquier encuesta donde resulta que la mayoría no conoce a los candidatos siquiera.
El proyecto en cuestión viene apoyado por los gremios docentes porteños que piensan así tener a las escuelas como elementos de presión del sistema.
En suma, se ha perdido el norte de la educación cuyos cimientos los plantaran los lejanos griegos para quienes el fin de la educación debía ser la virtud, la ética y la moral para lograr así la felicidad del individuo.
Ninguna de aquellas virtudes se encuentran en los programas de estudios; por eso se engrosan a diario los ejércitos de ciudadanos resentidos, porque no saben y lo único que sí saben, es que más allá de eso que son, nunca más nada serán. Los resultados están a la vista.-
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