Y, como vamos?
Por MATT MOFFETT
BUENOS AIRES—Las señales mixtas y poco claras de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner acerca de cómo piensa hacer frente a los problemas de la economía de Argentina se suman ahora a la incertidumbre que está causando la fuga de capitales, señalan algunos economistas.
Durante el lapso entre la reelección de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner el mes pasado y el acto de inauguración de su nuevo mandato en diciembre, no está claro quiénes son los responsables políticos a cargo de la economía ni cuál es la estrategia, señalan los analistas. En los últimos días, la política gubernamental ha pasado de los controles intervencionistas del mercado sobre las transacciones en moneda extranjera a medidas pro-mercado como reducciones a los subsidios a las empresas de servicios públicos.
La disonancia parece reflejar los desacuerdos internos dentro del equipo de Kirchner acerca de si Argentina moderará sus políticas intervencionistas y de gasto libre, o si ofrecerá más de lo mismo durante su segundo período, aunque con menos recursos disponibles. El resultado del debate no se aclarará hasta que la presidenta anuncie su nuevo gabinete, cerca del 10 de diciembre, cuando comienza su nuevo mandato.
Un funcionario del gobierno dijo que la reciente tormenta política fue sólo un problema pasajero, en parte relacionado con la incertidumbre económica en Brasil y Europa. La misma fuente dijo que luego de su aplastante victoria con 54% de los votos, Kirchner es políticamente fuerte y que había indicios de que lo peor de la fuga de dólares ya había pasado.
Otros creen que todavía hay problemas subyacentes. "Durante un tiempo, la mayoría de las decisiones fueron fáciles porque el gobierno lidiaba con la abundancia", opina Gabriel Torres, economista de Moody's Investors Service. "Era una cuestión de: '¿gastamos el 100% o el 110% del dinero entrante?'", explica.
Pero después de años de rápido crecimiento, alimentado por los altos precios de los commodities agrícolas, Argentina estará en apuros para mantener el ritmo, indica Torres.
Los grandes excedentes comerciales y fiscales que en su día actuaron como un colchón económico para el país, se han reducido. El peso, otrora subvalorado para mantener una industria competitiva, se ha apreciado frente al dólar en los últimos dos años.
Muchos ahorristas e inversionistas argentinos comenzaron a cambiar pesos por dólares hace algunos meses, previendo que el gobierno devaluaría la moneda luego de las elecciones. Pero entonces, a finales del mes pasado, el ala intervencionista del gobierno intervino para tratar de sofocar el flujo de dólares, exigiendo que las compras de moneda extranjera contaran con una aprobación de las autoridades fiscales argentinas.
A cargo de la supervisión de los controles de cambio ha estado Guillermo Moreno, el secretario de comercio interior cuyo celo ha llevado a algunos en la comunidad empresarial a apodarlo "el loco". Antes de esto, Moreno había sido el responsable de hacer cumplir los controles de precios que no gozaron de popularidad entre los empresarios.
La propia Kirchner ha intentado contrarrestar la fuga de dólares persuadiendo a las empresas a reinvertir sus ganancias en vez de transferirlas fuera del país. Esta semana, en el marco de la inauguración de una planta de General Motors Co., la presidenta elogió la inversión de la automotriz poniéndola como ejemplo y condenó a los ejecutivos de empresas que ganan sumas extraordinarias de dinero y no lo reinvierten sino que lo sacan del país.
A pesar de que las transacciones en el mercado de divisas se han desinflado recientemente debido a los controles de cambio, el banco central ha experimentado hasta ahora un drenaje lento y constante en sus reservas. Su volumen ha caído de US$52.000 millones en agosto a US$46.000 millones.
En parte, la pérdida de reservas ha persistido debido a que los controles de cambio pusieron más nerviosos a los argentinos. Algunos titulares de cuentas bancarias locales denominadas en dólares han estado retirando dinero y poniéndolo debajo del colchón.
Las consecuencias negativas por las medidas de control han sido parcialmente compensadas por las iniciativas de este mes para reducir los subsidios del gobierno que han mantenido los precios de la electricidad, el agua y el gas en niveles mínimos. Estas ayudas representan cerca de 4% del Producto Interno Bruto de Argentina y el gobierno ya no las puede costear, aseguran los economistas.
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