El "costo Brasil"
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CLARIN - OPINIÓN
MIRADA GLOBAL
El “costo Brasil”, principal factor de desindustrialización
POR JORGE CASTRO, ANALISTA
Condición. Para remontar la falta de competitividad, el gobierno de Dilma Rousseff debe acentuar las reformas estructurales y enfrentar fuertes intereses.
Con el casco puesto. Dilma Rousseff, en un túnel en construcción.
El gobierno de Dilma Rousseff lanzó esta semana un tercer paquete de medidas en defensa de la industria brasileña a través de un recorte de impuestos y un aumento de créditos subsidiados , con el objetivo de “aumentar su competitividad”, tanto dentro como fuera del mercado doméstico.
El problema es que la industria pierde posiciones, ante todo en el mercado interno. Los productos manufactureros importados representaban 14,5% del consumo doméstico en bienes industriales en 2008 y treparon en 2011 a 18,5%; esto ocurrió como parte de su menor participación en el PBI, que pasó de 16,6% a 14,6% en el mismo período, un nivel semejante al de 1955 (gobierno de Juscelino Kubistchek).
La industria brasileña se contrae en un mercado doméstico que se expande (en 2011, el PBI aumentó 2,7%, y el industrial 0,3%).
Esto sucede cuando hay una leve recuperación del sector en febrero (+1,3%) en relación al mes anterior, a pesar de que en el año disminuyó 3,9%, la sexta y más intensa caída consecutiva desde septiembre de 2009 (-7,6%).
Esta caída es parte de una tendencia de largo plazo, que es la disminución de la tasa de crecimiento potencial de Brasil . En los 8 años del gobierno Lula (2003-2010), el PBI creció 4,41% por año y la inflación aumentó 4,74% anual, con una tasa de crecimiento potencial de 4,5% /5%. El factor fundamental de crecimiento en esa etapa fue la demanda doméstica, a través del aumento del consumo individual, ambos arrastrados por la caída de la tasa de desocupación (13% en 2003 y 4,7% en 2011, el menor nivel de la serie histórica ). Brasil tiene pleno empleo.
La tasa de inversión en 2011 (Formación Bruta de Capital Fijo / FBCF) fue 17,85% del PBI, el mismo nivel de 15 años atrás, y la de aumento de la productividad no sólo resultó baja, sino decreciente (0,9% promedio entre 2000 y 2008 y tiende a disminuir a partir de 2009).
Por eso, el pleno empleo limita el nivel de crecimiento potencial en los próximos diez años , al ser baja la inversión y decreciente la productividad, y estaría ahora en 3,5% anual, 1 punto y medio inferior al que tuvo durante el gobierno de Lula.
El dato fundamental de la economía brasileña es que es cada vez más caro producir en el país, resultado directo del alto nivel del “costo Brasil”, uno de los más elevados del mundo.
Tiene el más alto nivel de presión tributaria de los países emergentes (38% del PBI) , necesario para financiar un gigantesco aparato estatal de muy reducida productividad, con una tasa de ahorro público negativa (-2% del PBI) y una muy baja tasa de inversión (17,9%), ante todo pública. Su infraestructura también es muy atrasada e impone a las actividades exportadoras -manufacturas y materias primas por igual- enormes costos y retrasos, que implican una poderosa penalización, con la consiguiente pérdida de competitividad. De ahí que construir una plataforma submarina de exploración para la industria petrolera (pre-sal) cuesta en Brasil el doble que en China o Corea del Sur.
Este es el problema de la falta de competitividad brasileña, exacerbada en la industria manufacturera por una tendencia irreversible de largo plazo, que es la apreciación del real (se ha valorizado 119% entre 2004 y 2011, y más de 40% a partir de 2009). Se puede concluir que el “costo Brasil” es el principal factor que impulsa la “desindustrialización” brasileña.
Enfrentar el desafío del “costo Brasil” implica acentuar las reformas estructurales en la agenda política brasileña; y esto significa aceptar la necesidad de la puja política con los intereses creados que lo encarnan y que están ante todo en el aparato del Estado. Pero ha aparecido un nuevo actor político, ajeno al Estado. Es la nueva clase media (ante todo la clase “C”) que ha emergido en los últimos diez años.
Son 100 millones de brasileños los que integran este sector social. De este sector puede surgir el respaldo para abatir el “costo Brasil” y así retomar el camino de la competitividad perdida.
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