Analisis del proceso eleccionario argentino



Torneo de errores entre Cristina y la oposición

Mariano Grondona

Domingo 31 de julio de 2011 | 
Cristina viene de perder dos batallas sucesivas. El 10 de julio Daniel Filmus, su candidato a jefe de gobierno en la ciudad, no sólo perdió a manos de Mauricio Macri -algo que se anticipaba-, sino que perdió por "más" de lo que se anticipaba y quedó a casi 20 puntos de su oponente. Esta noche, los parámetros para evaluar lo que ocurra en la Capital Federal surgirán de comparar los guarismos de la segunda vuelta de 2007 entre Filmus y Macri, cuando aquél fue derrotado por éste por 61 puntos contra 39, con las cifras de hoy. En la medida en que se acerque a los 40 puntos, Filmus salvará el honor. En la medida en que descienda en dirección de los 30 puntos, conocerá la catástrofe.
Es tal el vértigo de las noticias que se suceden en medio de la campaña electoral que urge ordenarlas en busca de claridad. Para alcanzar este objetivo podríamos apelar a dos teorías, una de las cuales nos servirá para subrayar los errores de Cristina, en tanto que la otra nos ayudará a destacar las falencias de la oposición. La primera de estas teorías corresponde al analista militar Carl von Clausewitz (1780-1831), quien sostuvo que las guerras no se pierden porque se pierda una batalla, o incluso varias, sino solamente cuando estas derrotas, en el fondo subsanables, alteran la psiquis de los jefes vencidos a tal punto que, a partir de ellas, éstos empiezan a cometer los errores decisivos que precipitarán la hecatombe final.
La batalla de Santa Fe del último domingo fue más grave aún para Cristina porque Agustín Rossi, su candidato a gobernador, perdió frente al socialista Antonio Bonfatti y a Miguel Del Sel, de Pro, no sólo por una gran distancia (22 puntos contra 39 puntos del primero y 36 puntos del segundo), sino también porque quedó tercero, es decir, "afuera" de la alternativa ganadora, lo cual quiere decir que en Santa Fe acaba de surgir un nuevo bipartidismo poskirchnerista , un bipartidismo al que llamaríamos homogéneo entre dos fuerzas democráticas, una de centroizquierda y otra de centroderecha, mientras que el bipartidismo que se confirmará esta noche en la Capital Federal esheterogéneo , ya que lo integran una fuerza "democrática" de centroderecha y una fuerza "autoritaria" que dice ser, pero no es, de centroizquierda.
Santa Fe deja ver en tal sentido el futuro posible de nuestra democracia si ella se desplaza hacia un bipartidismo homogéneo, bidemocrático , como el que tienen las naciones avanzadas, en la medida en que anuncia la alternancia entre la centroderecha y la centroizquierda, ambas democráticas, pero esta noche veremos en la Capital las sombras de un pasado democrático-autoritario en el que todavía subsiste, aunque esté disminuido, el componente despótico del cristinismo. La pugna heterogénea entre los porteños, pero no la competencia homogénea entre los santafecinos, es, a la larga, incompatible con la democracia.
¿Cristina "alterada"?
Siguiendo a Clausewitz, lo que importa señalar aquí no es tanto que Cristina ha perdido dos batallas sino la alteración que estas derrotas parecen estar provocándole. Cuando una derrota afecta la psiquis de los jefes vencidos, esta alteración se manifiesta según el analista alemán en dos síntomas significativos. Uno de ellos es la pelea que suscita entre los vencidos determinar quién es el culpable por lo que ocurrió. El "fuego amigo" reemplaza en tales circunstancias al "fuego enemigo". Cuando los dos Fernández la emprendieron esta semana uno contra el otro a través de epístolas que marcaban una extrema irritación, ¿no dieron acaso un acabado ejemplo de que, como lo dijo el presidente Kennedy después del desastre de la Bahía de Cochinos, "la victoria tiene muchos padres pero la derrota es huérfana"?
Aunque sin llegar a los extremos desagradables de los Fernández, la propia Presidenta descargó también "fuego amigo" al ignorar a Agustín Rossi después de su derrota, pese a los patéticos esfuerzos verticalistas que tuvieron tan alto costo para el diputado, y al recibir en cambio a la diputada María Eugenia Bielsa, que se había salvado de la catástrofe santafecina, callando empero el hecho de que, si la diputada se salvó, fue por no manifestarse "hipercristinista" como Rossi durante la campaña electoral. ¿Qué ambiente encontrará esta noche en la Casa Rosada el propio Filmus, si no alcanza el "honorable" 40 por ciento de los votos en la Capital?
Lo que más tendría que preocupar a la Casa Rosada es el otro síntoma que según Clausewitz puede seguir a una derrota: el abandono del análisis racional que debieran mantener los jefes vencidos. Cuando lanzó de improviso a través de Julio Grondona su nuevo proyecto del Fútbol para Todos mediante el cual pretendió, de paso, quitarle al Grupo Clarín la televisación de la Primera Nacional B, y cuando lo retiró pocas horas después ante la indignada reacción de las redes sociales, ¿no reveló acaso la Presidenta su temor frente al riesgo de perder aún más votos? Al "limar" una y otra vez a Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, ¿no quiso también la Presidenta "vengar" su derrota indirecta en las elecciones de 2007, en las que Scioli la superó por 48 puntos a 45? Para Cristina, "ganar" es no sólo ganarles a los opositores, sino también a sus propios subordinados, pero la aguda sensibilidad que demostró en la marcha y la contramarcha del fútbol, ¿no abre la posibilidad de que, después de la serie de derrotas que viene sufriendo en esta campaña electoral, alguien insinúe aunque sea por lo bajo que también ella y ya no sólo Moyano, se está convirtiendo con sus mensajes arrogantes en una inesperada "piantavotos"?
La segunda teoría
La segunda teoría a la que aludíamos al comienzo corresponde al politólogo italiano Gaetano Mosca (1850-1941), quien sostuvo que, incluso en los regímenes democráticos, una "minoría organizada" prevalece sobre una "mayoría desorganizada". Desde el momento en que Cristina, como vimos, está cometiendo una serie de errores, su suerte ya estaría echada si tuviera enfrente a una mayoría organizada. Pero no la tiene. Hay todavía cinco candidatos opositores. Si, sumados, podrían contar con un 60 por ciento de los votos, ¿a cuántos votos llegaría cada uno de ellos por separado? ¿A un débil promedio del 12 por ciento, insuficiente para derrotar a Cristina ya sea en las primeras abiertas del 14 de agosto o en las elecciones presidenciales del 23 de octubre?
¿Está la oposición a tiempo, todavía, de superar su dispersión? Probablemente el 14 de agosto el buen sentido de los votantes reduzca la cantidad de los candidatos opositores con verdaderas posibilidades de ganar. Pero ¿están todos ellos dispuestos a ceder su lugar a otro candidato opositor en el caso de que éste los supere? En Perú acaba de asumir la presidencia el candidato populista Ollanta Humala, a quien el presidente Alan García acaba de negarle la entrega directa de la banda presidencial por no considerarlo confiable. Pero a este extremo se llegó porque ninguno de los tres candidatos democráticos que, sumados, superaban a Humala, dio su brazo a torcer. ¿No es ésta una advertencia para la oposición democrática argentina?
Todavía los opositores democráticos al cristinismo están a tiempo para pasar de ser una "mayoría desorganizada" a una "mayoría organizada". Si alguno de ellos puntea claramente por delante de los demás el 14 de agosto, de aquí a dos semanas, su convergencia final será viable. ¿Qué pasará, en cambio, si en esta fecha tan cercana una paridad entre dos o tres de ellos los incita al aislamiento? Que Cristina no tendrá el problema de Alan García para pasar la banda.

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