La fuerza de la razon y no la razon por la fuerza....



Las islas y la Antártida en nuestro esquema de desarrollo





Pensar una Argentina Potencia Media, es decir, país habitado por una clase media popular próspera y económicamente autosustentable, es un sueño inseparable de la cuestión Malvinas y la cuestión Antártica. La sociedad argentina entiende muy claramente que nuestro rol en el futuro esquema de poder global pasa por nuestras tierras cultivables y nuestros recursos minerales terrestres, pero tiene poca información del potencial de desarrollo que atesora nuestro mar, su subsuelo y nuestra porción antártica. Nuestra economía real del futuro, no la inmediata, sino la de los próximos 30, 40 y 50 años, está intrínsecamente vinculada a nuestra identidad sur. El Reino Unido lo comprendió y esa es la razón geopolítica más importante de su permanencia en las islas. Necesitamos romper el discurso británico. 

Malvinas y la Antártida son, para el Reino Unido, parte de un único sistema estratégico de poder colonial, cuyos márgenes se amplían con sus territorios de ultramar ubicados en el centro del Atlántico Sur. Las islas de Ascensión, Tristán de Acuña, Georgias y Sándwich de Sur, le confieren el control logístico del camino de occidente a la Antártida. Antes se hablaba del krill como el alimento del futuro, hoy es importante pero no tanto. La carrera británica es por el patentamiento de la diversidad biológica para fines farmacéuticos, es por el control de los recursos mineros sumergidos en la plataforma continental y obviamente por el control de los recursos hidrocarburíferos de los subsuelos. El sur austral es nuestro gran capital futuro de biodiversidad, de genomas, de recursos minerales y tal vez de petróleo. Este capital lo es también de Sudamérica.  Argentina logró comunicar adecuadamente a los países de Unasur y de toda América Latina que tenemos un destino colectivo, cuyos réditos prometen ser muy superiores a los que el Reino Unido puede ofrecer en el corto plazo. 
Debemos reinterpretar a Malvinas y a la Antártida como un único vector estratégico, como un prometedor factor de desarrollo económico y de prosperidad material para nuestro pueblo. Argentina fue muy hábil en conseguir, por primera vez en la historia, una posición sin dualidades de parte de los países de Sudamérica. Ha sido un revés políticamente muy trascendente que reivindica el poder de David frente a Goliat. No debemos perderlo de vista, para ser potencia media, nuestro país debe consolidar su profundidad estratégica. Miremos a nuestro alrededor y veremos cuán importante es. Brasil la ganó en dos direcciones, la “Amazonia verde” durante el siglo XIX y la “Amazonia Azul” en el siglo XX. Sudáfrica con su idea de “Nación marítima” y Chile con su “Mar presencial” fueron por el mismo camino. 


Este es nuestro tiempo. Nuestra generación tiene que comprender que el futuro de una Argentina próspera, desarrollada y soberana depende, en gran medida, de profundizar los logros argentinos de la última década en materia de política exterior malvinense y antártica. Los recursos para la construcción de una Argentina Potencia Media están a la mano, al sur austral, junto con Sudamérica. Nuestra carrera tiene que ser por el conocimiento científico y la ocupación científica del espacio. La economía real es una economía de conocimiento, que amplía los horizontes de las “cosas” conocidas para su gerenciamiento a través de su posesión real.  Malvinas no tiene hoy el mismo valor que en 1833 o en 1982. A Malvinas hay que comprenderla con múltiples lupas convergentes: el cambio climático, la biodiversidad de aplicación farmacéutica y la transformación de la matriz energética global. Estamos frente a un TEG de altimísimo nivel. Malvinas es parte de la carrera geopolítica del futuro si la entendemos en clave antártica y nuestra vocación por la prosperidad y el desarrollo popular también están allí.


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