¿Adónde irá Cristina a partir de su triunfo?



¿Adónde irá Cristina a partir de su triunfo?
Por Mariano Grondona | LA NACION
     En las elecciones presidenciales de 2007, Cristina Kirchner venció con el 45,29 por ciento de los votos. En las elecciones parlamentarias de 2009 el kirchnerismo perdió, llegando sólo al 30,07 por ciento del total. En las elecciones primarias del último domingo Cristina volvió a ganar, esta vez con el 50,07 por ciento. Después de haber retrocedido quince puntos y fracción en 2009, avanzó veinte puntos este domingo. Ha oscilado entre un "piso" de 30 puntos y un "techo" de 50 puntos -que podría elevarse aún más en octubre- en sólo dos años. ¿A qué atribuir esta marcha enzigzag ?
Lo primero que hay que anotar es la reversión de dos factores que, habiendo perjudicado a la Presidenta en 2009, pasaron a beneficiarla en 2011. Estos dos factores son la marcha de la economía y el estilo de la conducción . En 2009, los argentinos se asomaban a la recesión, pero en 2011 votaron en medio de una renovada bonanza. En 2009, reaccionaron contra las agresiones de Néstor Kirchner, pero en 2011 Cristina bajó los decibeles de la confrontación. El bolsillo de la gente y el lenguaje crispado de Néstor, que la habían empujado hacia atrás hace dos años, impulsaron a Cristina hacia adelante ahora, porque los vientos sumados de un ciclo económico otra vez ascendente y de un nuevo discurso oficial soplan a su favor.
A estos dos factores centrales habría que sumar otros dos factores coadyuvantes. El primero de ellos responde al hecho comprobado de que, en tanto que las elecciones parlamentarias dispersan los votos sin afectar por eso a los diversos candidatos, las elecciones presidenciales los concentran. Por eso, no fue grave para los opositores su dispersión electoral en 2009, ya que igual llegaron al Congreso, pero, en cambio, fue fatal en 2007 y en 2011 y es lógico en tal sentido que bajo el nuevo liderazgo de Ernesto Sanz, quien empieza a desplazar al alicaído Ricardo Alfonsín, el radicalismo ya no apunte a la conquista de la presidencia, que considera perdida, sino a evitar o a moderar la inminente inundación kirchnerista en el Senado y en la Cámara de Diputados.
El segundo factor coadyuvante ha sido la presencia cuasimonopólica de los discursos presidenciales a través de la cadena oficial de televisión, una presencia que, contrariando las reglas que procuran equilibrar el peso de los mensajes del Gobierno y de los opositores, registra el peso abrumador de la propaganda oficial en los medios de comunicación masiva y, particularmente, en las emisiones cotidianas del Fútbol para Todos, a la que se suma la sumisión de casi todos los gobiernos locales ante el imperio de la "caja" del Estado nacional.
LO BUENO Y LO MALO
En algunos casos, los factores enumerados perjudican a la democracia; en otros, podrían beneficiarla. La concentración de la propaganda oficial y de los recursos fiscales en manos del Estado la dañan porque apuntan en dirección del hiperpresidencialismo que procuró Néstor Kirchner y que su esposa podría consolidar ahora en medio de la euforia de su triunfo. El equilibrio de los poderes que imaginó Juan Bautista Alberdi sin abandonar por eso un sesgo "presidencialista" aunque no "hiperpresidencialista", podría verse seriamente comprometido a partir de ahora si Cristina no siguiera el famoso consejo de Winston Churchill ( " En la victoria, magnanimidad " ) y se dirigiera, en cambio, hacia la confirmación de un régimen de partido dominante , en violación del equilibrio republicano entre la presidencia y las instituciones creadas para moderarla, como el Congreso, la Justicia, el federalismo, la prensa libre y la oposición.
También sería perjudicial que, sin sacar las obvias conclusiones de su abismal derrota, los dirigentes opositores se negaran a lo que casi todos ellos debieran hacer en las actuales circunstancias: dar un paso al costado que permita concentrar los votos opositores en uno solo de ellos para superar, efectivamente, la enfermedad de la dispersión. Según el politólogo Maurice Duverger, los partidos se dividen en dos categorías: los que tienen y los que no tienen "vocación de poder", y resultan, por ello, meramente testimoniales. Si la política argentina continúa adjudicando la vocación de poder sólo al oficialismo y la vocación testimonial sólo a la oposición, el equilibrio de la democracia quedará seriamente afectado.
A la inversa de estos factores negativos para la democracia, otros factores podrían ser positivos o son, al menos, ambivalentes. Uno de ellos es la bonanza económica que viene de favorecer al Gobierno, porque ella no se basa en un auténtico desarrollo como en Brasil, Chile y Uruguay, con el consiguiente énfasis en las inversiones productivas y en la competitividad, sino en el distribucionismo de corto plazo, de corte populista, que, si bien inspira el auge actual del consumo, demora, en cambio, el futuro de grandeza a la que la Argentina está llamada. Se calcula que hay tres millones docientos mil planes sociales. Muchos de ellos son necesarios, pero si se pasa de la medida, también se desalienta la creación de empleos en blanco, lo que induce a una cultura de las dádivas en vez de a una cultura del trabajo que cimentó en su momento el progreso de la Nación, sin liberar a millones de argentinos del flagelo de la pobreza que, unido al decaimiento de la educación, condena a los más humildes a la injusta condición del clientelismo.
En cuanto al giro positivo que viene experimentando el discurso presidencial, si se prolonga más allá del 23 de octubre contribuirá decisivamente a la concordia democrática entre los argentinos, pero si no se prolonga, podría hacernos recaer en la crispación. ¿Será capaz la Presidenta de abandonar definitivamente el discurso de la confontación que había inaugurado su marido, o su bienvenida moderación actual resultará ser al fin sólo una breve estratagema de campaña? Ella no debería olvidar, en este sentido, que el cincuenta por ciento de los votos al que ha llegado proviene no solamente de los sectores populares sino también de las clases medias que se han sentido atraídas por sus señales de moderación y que se le podrían alejar otra vez si restableciera los mensajes agresivos de otrora.
LOS FUTUROS DE CRISTINA
Poseedora de la totalidad del poder, la Presidenta se encuentra hoy frente a un dilema que solamente ella podrá resolver. Puede afirmarse como una presidenta autoritaria si, apoyándose en las extraordinarias cifras de las elecciones primarias, decide acentuar la concentración del poder en torno de su persona. O puede convertirse en una presidenta republicana si, prolongando el mensaje de moderación que difundió en la campaña, decide avenirse a las instituciones democráticas. Una frontera temporal separa nítidamente ambas opciones: el año 2015. Si la Presidenta escoge el camino autoritario, en algún momento intentará sobrepasar el plazo constitucional al que está sometida, en viaje a la "Cristina eterna" que anunció Diana Conti. En este caso lo hará mediante alguna variante de reforma constitucional. Si la Presidenta escoge en cambio el camino republicano, acatará el plazo fijado por la Constitución. Así lo han hecho antes que ella los presidentes republicanos de Brasil, Uruguay, Chile y Colombia. Si elige este camino, Cristina se hará acreedora al reconocimiento de sus contemporáneos. Si elige el camino opuesto, verá renacer la intolerancia entre los argentinos. De aquí a octubre, seguirá la línea actual de la moderación, por razones electorales. Pero a partir del 23 de octubre, ya sola frente a su conciencia, deberá elegir entre los dos futuros que la esperan..

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