EL RIESGO ARGENTINO
Un país más difícil para gobernar
Por Joaquín Morales Solá |
EL RIESGO ARGENTINO
El grueso de las exportaciones argentinas está en zona de riesgo. El 25 por ciento del total de las exportaciones nacionales van a Brasil; el 19 por ciento a Asia (China, India y Japón), y el 16 por ciento a Europa. La crisis norteamericana afecta a la Argentina más indirectamente, sólo por su enorme capacidad para influir en el conflicto económico mundial. En ese contexto, nadie puede decir que el país está blindado, salvo que el kirchnerismo haya tomado la decisión de trasladar la Argentina a Marte.
El país no necesita, además, que lo ayuden a tener problemas pendientes. Arrastra sus propias cadenas. En los últimos cuatro años hubo una fuga de capitales de 46.000 millones de dólares; sólo en los últimos siete meses de 2011 se fueron del sistema casi 12.000 millones de dólares. Es probable que Cristina Kirchner termine su actual mandato con menos reservas que las que le dejó Néstor Kirchner en diciembre de 2007. ¿Cómo se explica semejante huida del dinero en un mundo con bancos inseguros y cuestionados?
En efecto, ningún banco del mundo es hoy, a primera vista, más seguro que los bancos argentinos. Es sólo la inseguridad política e institucional lo que convierte a los bancos argentinos en más inciertos que los que están en el exterior. Podría explicarse también en el hecho comprobable de que las tasas de interés que pagan los bancos locales están muy por debajo de la inflación, pero todos los bancos del mundo están pagando ahora módicas o ridículas tasas de interés.
Es probable que parte de ese dinero se haya fugado para refugiarse debajo de los colchones. Es menos explicable todavía, porque si hay algo probado en la Argentina es que el delito puede llegar hasta cualquier colchón y desplumarlo sin consecuencias.
¿Qué condiciones políticas e institucionales han convertido la inseguridad mundial en más segura que las inseguridades nacionales? Es difícil creer en la seguridad jurídica de un país donde las importaciones no se manejan por leyes o reglamentos, sino por la voluntad o el humor de un malhumorado secretario de Comercio. Resulta más difícil todavía confiar en un país donde el Congreso debe difundir los datos de inflación de los economistas privados para evitarles a éstos que los extorsionen con la cárcel. Esa es la anécdota; el problema es la inflación y el riesgo de que la paciencia social se agote no por un ajuste, sino por el indomable costo de vida.
El gobierno de los dos Kirchner metió las manos en las reservas del Banco Central y en los recursos de la Anses sólo para no tener que moderar el descomunal gasto público. Según estimaciones de economistas privados, unos 45.000 millones de dólares del Banco Central y de la Anses (en los últimos dos años en este caso) fueron usados en el período 2006/2011 para solventar los gastos de la administración pública.
Pareció irónica la respuesta de la Anses a la Corte Suprema de Justicia, adelantada por La Nacion, en la que manifestaba que no podría actualizar los salarios de los jubilados según la jurisprudencia del máximo tribunal de Justicia. La Anses puede disimular con sus recursos el déficit real en el que cayó la administración, puede financiar el Fútbol para Todos y puede comprar las notebooks que regala el ministro de Economía y candidato a vicepresidente, Amado Boudou. Lo único que no puede hacer, de acuerdo con esa respuesta, es cumplir con su única misión en este mundo: pagarles como corresponde a los jubilados con los recursos de la recaudación de los que trabajan.
El gobierno argentino gasta 70.000 millones de pesos anuales (unos 17.000 millones de dólares) en una red de subsidios para el transporte y la energía. Ese monto significa unas cinco veces más que los recursos destinados a los subsidios de los más pobres. La crisis mundial podría apurar un proceso de reacomodamiento de esos fondos, aun en el caso de la reelección de la Presidenta, para darles subsidios más eficientes a los pobres y menos subsidios a las clases sociales más acomodadas.
Sucederá un conflicto nuevo en cualquier caso y ocurrirá cuando un nuevo período presidencial se haya estrenado en el país. ¿Por qué, entonces, tantos quieren hacerse cargo de tanta adversidad?
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