Aprender de nuestra historia reciente.....

Domingo 18 de septiembre de 2011 | 

El dólar, la economía y Cristina ¿están todos blindados?
Por Mariano Grondona | LA NACION


Hacia 1969, la Argentina de Onganía y Krieger Vasena parecía blindada. En mayo de ese año, sin embargo, estalló el Cordobazo. Hacia 1975, los precios de la economía se mantenían congelados. Pese a ello, en ese mismo año explotó el Rodrigazo. Hacia 1999 los argentinos eligieron presidente a Fernando de la Rúa porque había prometido mantener el famoso "uno a uno" del Plan de Convertibilidad. A fines de 2001, empero, De la Rúa y la convertibilidad se derrumbaron. En los tiempos modernos, a nuestro país le ha sido imposible mantener un peso flotante, con suaves oscilaciones hacia arriba y hacia abajo, como hacen las naciones desarrolladas.
Hoy, ¿estamos reiterando esa vieja política cambiaria de blindar el peso a toda costa hasta que ya no resulte posible soportarlo a pesar de una economía ultracontrolada? Mientras la inflación actual ronda en torno del 25 por ciento anual, las minidevaluaciones que acepta el Gobierno apenas alcanzan al cinco por ciento anual. ¿Estamos incurriendo de nuevo, entonces, en ese convulsivo proceso de blindar el peso hasta que al fin estalla, que nos ha caracterizado desde hace décadas?
Pese al intervencionismo universal que define al gobierno kirchnerista, los dólares se escapan del Banco Central y los capitales se dan a la fuga. En una reciente encuesta elaborada por la consultora GTA (Global Trade Alert), la Argentina figura como "el país más proteccionista del mundo". Según otra encuesta elaborada por el banco JP Morgan, el riesgo país de la Argentina es el más alto de América latina con excepción de Venezuela. ¿Nos será posible seguir indefinidamente así? ¿Será necesario concluir que, ante el intervencionismo estatal de nuestra economía, los inversores "no comen vidrio"? ¿O será que la soja, que es nuestro petróleo, ha venido a salvarnos de nuestras pertinaces rigideces económicas y cambiarias? El maná de la soja ¿impedirá que la irracionalidad económica en la que hemos vuelto a incurrir nos pase la factura, aunque sea por esta única vez?
EL ZORRO Y EL ERIZO
El hecho de que los más diversos gobiernos argentinos, fueran militares, peronistas o radicales, hayan pretendido encorsetar artificialmente a la economía y el tipo de cambio mediante políticas alejadas del sentido común, el hecho de que este empecinado voluntarismo, que es capaz de rebelarse hasta contra la ley de gravedad, haya afectado a todos nuestros gobernantes durante las últimas décadas, y el hecho de que el kirchnerismo pretenda hoy repetir la conducta pertinaz de sus antecesores, ¿no nos están diciendo que negar la evidencia cuando es desagradable en nombre de alguna utopía, más que un rasgo de éste o de aquel gobierno es, más bien, un rasgo cultural de los argentinos?
En un texto del siglo VII a.C., el poeta griego Arquilocus creó la metáfora del zorro y el erizo (o, lo que es similar, el puercoespín) mediante las siguientes palabras: "El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe solamente una gran cosa". En 1951, el pensador inglés Isaiah Berlin recogió esta metáfora al sostener que en Occidente han prevalecido dos culturas de opuesto signo. Una de ellas, predominante entre los anglosajones, se inclina por el espíritu aventurero del zorro que, saliendo audazmente de su madriguera, explora nuevos espacios aun a riesgo de sucumbir en el intento. Contra ella, según Berlin, se ha desplegado en Occidente, y sobre todo entre sus países hispanos y latinos, la opuesta cultura del erizo que, para evitar el peligro de intentar lo nuevo, se protege a sí mismo detrás de sus espinas, quedándose empecinadamente dentro de su propia cueva. (Ver, en este sentido, The New World of the Gothic Fox, del chileno Claudio Véliz, University of California Press, 1994.)
¿Es la nuestra, entonces, la cultura del puercoespín? Ese proteccionismo a ultranza del cual Global Trade Alert nos acusa ahora ¿no ocurre acaso en el preciso momento en que nuestro gobierno bloquea el comercio internacional de productos altamente competitivos como el trigo y el maíz, cuyo negro destino podría seguir al de nuestras carnes, eximiendo de sus tenazas solamente a la soja porque ésta, al contrario de aquéllos, no parece amenazar con sus altos precios a "la mesa de los argentinos"? Mientras frustra de este modo el extraordinario potencial de nuestro campo, ¿no ha conseguido también el gobierno kirchnerista ganarse la buena voluntad de los industriales que siguen a José Ignacio de Mendiguren al asegurarlos contra el desafío del comercio exterior, ahorrándoles el esfuerzo, doloroso y creativo, de la competitividad?
¿CRISTINA BLINDADA?
La vocación miope del puercoespín no parece limitarse a nuestra política económica y cambiaria, porque no sólo ella está blindada. Si nos trasladamos del área económica al área política, en efecto, habría que explicar por qué una suma creciente de escándalos que van desde las incursiones mediáticas de Sergio Schoklender hasta el crimen de Candela y los accidentes de los trenes, pasando por la no menos escandalosa absolución de su nuevo aliado Carlos Menem, no han hecho mella en la Presidenta. ¿Está ella, entonces, más allá de la corrupción que la rodea? ¿Vive Cristina en un Olimpo inalcanzable para los débiles dardos de la crítica y de la oposición?
Algunos dirán que la invulnerabilidad de Cristina resulta de su astucia política, ya que ella protagoniza sólo las buenas noticias, mientras cede el papel de "policías malos" a sus colaboradores incondicionales. El hecho es que, como dijo el propio Carlos Menem, "a Cristina no hay con qué darle" y que, en función de este diagnóstico, es probable que la Presidenta gane las elecciones del 23 de octubre con un resultado aún más contundente que el del 14 de agosto.
Es verdad que el 23 de octubre ya parece definido porque en esta fecha cada vez más cercana los argentinos, al votar, no podrán elegir por la sencilla razón de que "elegir" supone escoger entre dos alternativas equilibradas y no entre una alternativa concreta y, simplemente, la nada. Pero aun si aceptamos este argumento, y aun admitiendo que la anemia electiva que nos espera el 23 de octubre es en parte culpa de los propios opositores, queda por evacuar una inquietante pregunta. ¿No será, además, que este "votar sin elegir" que nos espera de aquí a un mes también responde a la "cultura del puercoespín" que nos afecta?
¿No será que la mayoría que hoy se inclina por la Presidenta no se ha formado solamente gracias a su indudable destreza política, sino también gracias a la fuerte vocación paternalista que desde antiguo nos caracteriza? Aquellos que hayan tenido la suerte de disfrutar la película Habemus Papam que protagoniza el actor Michel Piccoli habrán advertido la intensa angustia que se apodera de la multitud en la Plaza de San Pedro cuando el Papa recién elegido resiste su nombramiento. El film subraya así no tanto la actitud de los candidatos al papado, sino el ánimo de los concurrentes a la plaza, haciendo notar que necesitan, desesperadamente, que haya Papa. ¿No es esto precisamente lo que hoy necesitan los millones de votantes que apoyarán a Cristina? ¿No es que necesitan, por lo pronto, que alguien los mande? Se dirá que éste es el signo de una cultura paternalista y, en el fondo, autoritaria. Pero esta "cultura del puercoespín", ¿no es acaso, todavía, la nuestra? El temor al vacío de autoridad que podría acarrear la derrota de la Presidenta quizá sea el fundamento de sus altas posibilidades, la señal que nos dice que, al igual que el dólar y la economía, también Cristina está blindada.

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