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22.10.2011 | Economía | Por: Guillermo Cherashny
¿El cristinismo se devaluará después del domingo, en enero o en marzo?
La Gendarmería como policía cambiaría.
La economía desplazó a la política como principal incertidumbre sobre el futuro. La crisis financiera internacional presenta hasta ahora, en relación a la Argentina, un hecho irreversible, cual es la desaceleración de la economía de Brasil, que ya se está notando acá con las suspensiones de las empresas Alpargatas y Renault y estando pendiente la de Fiat. La amenaza se cierne sobre todo lo que tenga que ver con la industria automotriz y metalmecánica. Es que en el país vecino se está acumulando stock porque, de un crecimiento del 7,5% en el 2010, este año se llegaría con suerte al 3,5%. No hay duda de que el parate de Brasil es mucho más grave para nosotros que la devaluación del real, que se frenó por ahora. Brasilia se fijó una meta de inflación del 6,5% anual y ya está en el 7,3%, por cual la economía se enfrió un poco y para reanimarla la idea es bajar la tasa de interés al 9% (ahora está en el 11,5%). Ésta es la hipótesis de mínima para la economía argentina, que necesita imperiosamente un dólar más alto para poder seguir exportando a ese país. Así lo entienden los inversores y los pequeños ahorristas que están comprándole dólares al Central todos los días. Ayer, el BCRA vendió 240 millones de dólares y, en los últimos cinco días hábiles, la friolera de 780 millones de dólares.
Esta enorme fuga de capitales continuaría el lunes que viene, independientemente del amplio triunfo de la presidente el domingo próximo. En otras palabras, que los mercados no les creen una palabra a Amado Boudou y Roberto Feletti acerca de un dólar a 4,40 para el 2012. O, dicho de otro modo, que la sociedad, a través de la perseverante compra de dólares, está interpretando claramente que, pese a su enorme concentración de poder político, el cristinismo no podrá evitar los efectos de las enormes distorsiones de la economía acumuladas a lo largo de ocho años.
La pregunta del millón
La pregunta del millón es qué hará el gobierno el próximo lunes, ya que ayer la Gendarmería Nacional fue utilizada como policía cambiaria para meter las narices en bancos, financieras y casas de cambio de la City. Pero la medida -que trasunta el nerviosismo oficial- no tuvo efecto, porque la mayoría de las ventas de dólares se hacen en las sucursales y la menor parte en el microcentro. El BCRA dispuso entonces de 1.000 millones de dólares y la gente tomó 240, lo que demuestra que las compras están subiendo rápidamente.
Así las cosas, los economistas consultados difieren en cuál será el tiempo de las definiciones, pero coinciden en que las habrá. Hoy por hoy, las hipótesis sobre los plazos de la devaluación son tres: inmediata (la semana que viene), en enero, o bien en marzo. Este sinceramiento del dólar vendrá seguramente acompañado por más inflación, caída del poder adquisitivo de los salarios y una inevitable escalada de conflictos sociales. Da la impresión de que, como suele ocurrir en estos casos, cuanto más se demore la devaluación más fuertes serán sus efectos. Pero no es menos cierto que en la Casa Rosada parece predominar la idea de ganar tiempo, a la espera de que el panorama internacional y regional mejore a la brevedad.
También es bastante probable que, cuando el gobierno devalúe, a su vez se devalúe a sí mismo. Y entonces, no pocos de sus votantes empezarían a desilusionarse.
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