Desconfianza en la Corte.


Disgusto de Cristina, mal paso de Boudou y una conjura de espías

POR JULIO BLANCK


EN FOCO - 09/12/11
Algunas salvajadas del estilo kirchnerista tienen propiedades anestésicas. Logran, por repetidas, el efecto de ni siquiera asombrar. Véase, si no, el último caso, aún en desarrollo.
Desde hace dos semanas circula con intensidad, primero en la política y enseguida después en la prensa, el resultado de unpresunto espionaje cometido por los servicios de inteligencia contra el vicepresidente electo Amado Boudou . Se trataría del extracto de conversaciones telefónicas en las que Boudou habría dicho a un interlocutor que debía finalizar la llamada porque“tengo que atender a la gorda” , en lo que pareció una ofensiva, indecorosa e impropia alusión a la Presidenta; y otra en que la mencionaba a ella como una “concheta de La Plata” , calificativo usado sin dudas de modo denigrante, que la Presidenta repitió días después en público, cuando (des) calificó a su vicepresidente como un “concheto de Puerto Madero”.
Que el opacamiento súbito e intermitente de Boudou se explique en parte por estas razones casi privadas, parece llamar más la atención que el hecho de que los servicios de inteligencia del Estado se dediquen a espiar al vicepresidente que todavía no asumió. Todo pasa más o menos desapercibido en la alegre caravana del triunfo. Por ahora.
Por cierto, y como bien informó Clarín en su momento, algo del fulgor perdido por Boudou se debió también a ciertos movimientos comerciales de allegados suyos que desagradaron a la Presidenta. La cuestión puntual fue el pase de la empresa Ciccone Calcográfica, que imprime papel moneda, a manos de un fondo inversor desconocido en el negocio aunque conocido por el vicepresidente electo.
Aún no se sabe con precisión si lo que desagradó más en palacio fue el hecho en sí o su difusión a través de uno de los pocos medios que no han elegido ignorar los casos de corrupción, tema tan en boga hace unos años hasta que el relato y la pauta publicitaria oficial adormecieron a una gruesa franja de la profesión periodística y a sus referentes.
Fuera por estos motivos, o porque la veleta liberal de Boudou está sometida a los imprevisibles vientos patagónicos, la cuestión es que el ascenso del vicepresidente electo por el momento dejó de ser irrefrenable. Si hasta hay quienes especulan, en el kirchnerismo parlamentario, que la participación en la ceremonia de asunción de Cristina del saliente y aborrecido Julio Cobos es otra señal de enfriamiento para Boudou, que había entablado una pequeña guerra personal contra Cobos suponiendo, quizás, que de ese modo ganaba puntos ante el exigente tribunal unipersonal que debe enfrentar cada día.
Otro asunto que afloró a la superficie en estas horas alude a las razones por las cuales la Secretaría de Inteligencia incluyó a Boudou entre sus objetivos a cubrir. No se sabe si fue primero el huevo o la gallina. Esto es, si hubo orden de Olivos para dedicarse a tal menester, o si los partes de inteligencia llegaron a Olivos por iniciativa de la oficina de espías despertando entonces el interés presidencial.
Algo es seguro: la inquina del aparato de inteligencia con Boudou viene de antes.
Fuentes irreprochables del oficialismo aseguran que a comienzos de agosto pasado Boudou consiguió que Cristina atendiese en forma reservada a Gustavo Beliz , ex ministro de Kirchner y enemigo declarado de los espías estatales. Ese día Boudou se ganó enemigos ásperos y persistentes.
Beliz, que vive y trabaja ahora en Uruguay y antes lo había hecho en Estados Unidos, volvió al país para asistir al juicio oral en el que fue absuelto de la acusación de violar secretos de Estado. Fue la causa que se había iniciado cuando, en 2004, mostró por televisión una foto con el rostro de Jaime Stiusso, legendario director de Contrainteligencia de la SIDE y pieza clave desde hace muchos años en el espionaje estatal. Beliz había impulsado, desde el Ministerio de Justicia, la revisión de los legajos de agentes de la SIDE para determinar si habían tenido vinculaciones con la dictadura antes de definir sus ascensos.
En la primera semana de agosto el Tribunal Oral Federal 3 absolvió a Beliz; el ex ministro en su alegato final acusó de gravísimos cargos a Stiusso y los tres jueces terminaron pidiendo que se abra una investigación judicial por esos dichos. En ese contexto, Boudou fue el facilitador del encuentro entre Cristina y Beliz. Desde entonces, dicen en el oficialismo, cada informe de inteligencia incluye algún párrafo sobre el vicepresidente electo.
No está nada mal lo que hizo Boudou acercando a Beliz hasta Olivos, pero quizás no midió adecuadamente las consecuencias, o no actuó después de acuerdo a ellas. La política cobra caro ese tipo de descuidos, sobre todo a quienes escalan muy rápido y no andan por la vida cosechando amigos.
A comienzos del gobierno de Kirchner, a Daniel Scioli lo tuvieron un añoarrodillado sobre maíz y sal gruesa hasta que le perdonaron haber osado opinar que era oportuno el diálogo con los empresarios. Desde entonces, Néstor y Cristina oscilaron con Scioli entre la necesidad electoral y el deseo de triturarlo. Hoy sigue ese jueguito perverso, y habrá más.
A Julio Cobos todavía lo están insultando por el voto “no positivo” que derrumbó aquella ley de retenciones que marcó la primera mitad del mandato de Cristina. Desde entonces llevan casi tres años y medio haciéndolo papilla política, con la gentil colaboración del propio involucrado.
Boudou había arrancado con todo, se llevó el premio al mejor alumno cuando lo pusieron de vicepresidente y fue un complemento muy eficaz en la campaña. Ahora le están haciendo el “frío/caliente” tan kirchnerista . Es de esperar que pueda labrarse un destino mejor que sus antecesores en la función. No le será fácil.

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