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La guerra no declarada de Europa a Irán ( En espanol y en ingles)








La guerra no declarada de Europa a Irán

26 enero 2012
THE NEW YORK TIMES NUEVA YORK

Ahora que la UE ha decidido aplicar sanciones sin precedentes a las importaciones de petróleo iraní en un intento de frustrar su presunto programa de armas nucleares, un politólogo de Tel Aviv se pregunta sobre las posibles consecuencias.
Esta semana, la Unión Europea ha entrado en guerra con Irán. Por supuesto que no se ha hecho ninguna declaración formal, ni siquiera un uso no declarado de la fuerza militar. Pero la decisión de la UE de aplicar un embargo a las importaciones de petróleo iraní, prohibir los nuevos contratos y congelar los activos del Banco Central de Irán es sin duda un acto de guerra y podría perfectamente provocar las hostilidades militares que se pretenden impedir con las sanciones.
Las exportaciones de petróleo representan más del 50% de los ingresos del Gobierno iraní y alrededor del 80 por ciento de sus ingresos en divisas. Y la UE, en su conjunto, es el segundo mayor cliente de Irán, ya que supone alrededor de un cuarto de sus exportaciones. Por consiguiente, a menos que otros clientes neutralicen las acciones de la UE aumentando sus propias importaciones de Irán (y según los indicios que llegan desde China, Japón y Corea del Sur probablemente no sea el caso), la decisión de la UE, junto a las medidas existentes de Estados Unidos, pueden llegar casi a imponer las “sanciones paralizantes” con las que amenazó la secretaria de Estado Hillary Rodham Clinton, pero que no podía lograr sin la cooperación europea.

La amenaza de cerrar el estrecho de Ormuz

Si al final sucede esto, entonces el régimen iraní, que ya se enfrenta a una alta inflación y a una rápida depreciación de su moneda, se verá obligado a reaccionar. Una de las posibilidades es que ceda y básicamente desmantele su programa de armas nucleares. Este obviamente sería el resultado que los europeos y otros esperan lograr con las sanciones (o incluso con la amenaza creíble de las sanciones).
Pero es igualmente posible que Irán, sintiéndose atrapado, ataque en un intento desesperado de asustar a los europeos para que den marcha atrás en su postura o, al menos, genere tanta histeria en el mercado del petróleo que con la subida de los precios podría obtener los mismos ingresos incluso con un volumen menor de exportaciones.
Uno de los medios para lograrlo sería intentar cerrar el estrecho de Ormuz, algo con lo que Irán ya ha amenazado. Pero probablemente este gesto esté fuera de su capacidad y en cualquier caso anularía la propia capacidad de Irán de exportar a cualquier mercado que logre mantener.
Algo menos complicado sería sabotear o atacar a las refinerías, los oleoductos y otras instalaciones en lugares como Abqaiq y Ras Tanura en Arabia Saudí. Estos ataques podrían realizarse como operaciones de “bandera falsa” llevadas a cabo por los insurgentes chiíes locales concentrados en la Provincia Oriental de Arabia Saudí, aunque no lograrían engañar a nadie y los riesgos de que se genere un conflicto a gran escala con Irán serían importantes.

La "primavera" de la Defensa europea

En este contexto, el enfrentamiento militar que muchos europeos han intentado evitar se volvería ineludible, aunque los responsables iraníes de la toma de decisiones no se hacen ilusiones ni piensan que en última instancia vencerían.
Antes de que estos supuestos se descarten como situaciones alarmistas e irrealistas basándose en el argumento de que serían contraproducentes, cabría recordar que el Japón Imperial no atacó a Estados Unidos porque los estadounidenses le atacaran físicamente, sino más bien porque se le estaba presionando económicamente (como sucederá con Irán ahora) hasta el punto de que consideró que una guerra era preferible al estrangulamiento a cámara lenta. Y de nada sirvió que muchos líderes militares japoneses, incluido el almirante Isoroku Yamamoto, principal organizador del ataque a Pearl Harbor, estimaran que Japón estaba predestinado a la derrota.
Resulta difícil imaginar que los miembros de la UE que han adoptado la decisión de aplicar estas sanciones no sean conscientes de esta posible dinámica. Precisamente el hecho de que una serie de buques británicos y franceses acompañaran al portaaviones estadounidense Abraham Lincoln a su paso a través de los estrechos y de vuelta al Golfo, en un descarado desafío a las advertencias iraníes, insinúa todo lo contrario: que los Gobiernos de la UE, sobre todo los dos con mayor capacidad de proyección de fuerza, son perfectamente conscientes de las posibles consecuencias y están preparados para enfrentarse a ellas.
Y esto indica que la Unión Europea, dejando a un lado sus tribulaciones económicas, está viviendo su propia “primavera” en política exterior y de defensa y que aquellos que en el pasado solían tacharla de mentidero y pensaban que tan sólo era capaz de adoptar poses insustanciales, ahora tendrían que revisar su opinión

IN ENGLISH:
OP-ED CONTRIBUTOR

A Europe-Iran War


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TEL AVIV — This week, the European Union went to war against Iran. There was no formal declaration, of course, nor even any undeclared use of military force. But the E.U. decision to place an embargo on Iranian oil imports, ban new contracts, and freeze Iranian Central Bank assets is effectively an act of war and may very well result in the military hostilities that sanctions are meant to forestall.

Oil exports account for over 50 percent of Iranian government revenue and about 80 percent of its hard currency earnings. And the E.U., as a bloc, is Iran’s second-largest customer, taking about a quarter of Iranian exports. Consequently, unless other customers neutralize E.U. actions by stepping up their own purchases from Iran — and indications from China, Japan and South Korea suggest that this is unlikely to be the case — the E.U. decision, coupled with existing American measures, will come close to imposing the “crippling sanctions” that Secretary of State Hillary Rodham Clinton threatened but could not deliver without European cooperation.
If that turns out to be the case, then the Iranian regime, already coping with high inflation and a rapidly depreciating currency, will feel constrained to react. One possibility is that it will capitulate and essentially dismantle its nuclear weapons program. That is obviously the outcome that Europeans and others hope sanctions (or even the credible threat of sanctions) will bring about.
But it is at least as likely that Iran, feeling trapped, will lash out in a desperate attempt to frighten the Europeans into backing down or at least introduce so much hysteria into the oil market that price spikes will allow it to earn the same revenue from a reduced volume of exports.
One form this might take would be an attempt to close the Strait of Hormuz, which Iran has already threatened to do. But that is probably beyond Iran’s capacity for very long and would in any case also shut down Iran’s own ability to export to whatever markets it manages to retain.
Far less complicated would be sabotage or rocket attacks on refineries, pipelines and other facilities in places like Abqaiq and Ras Tanura in Saudi Arabia. These might be carried out as “false flag” operations by local Shiite insurgents concentrated in Saudi Arabia’s Eastern Province, but nobody would be fooled and the risks of escalation to large-scale conflict with Iran would be significant.
In this scenario, the military confrontation that many Europeans have sought to avoid will become unavoidable, even if Iranian decision makers do not delude themselves into thinking that they would ultimately prevail.
Before such courses of action are discounted as unrealistic scare-mongering or dismissed on grounds that they would be self-defeating, it might be worth recalling that Imperial Japan did not attack the United States because it was physically attacked by the United States but rather because it was being economically squeezed (as Iran may well be squeezed now) to the point where it felt that war was preferable to slow-motion strangulation. And it made no difference that many Japanese military leaders, including Admiral Isoroku Yamamoto, chief planner of the attack on Pearl Harbor, believed that Japan’s ultimate defeat was foreordained.
It is difficult to imagine that the E.U. members who adopted the decision on sanctions are unaware of this possible dynamic. Indeed, the very fact that British and French warships accompanied the U.S. aircraft carrier Abraham Lincoln on its passage through the Straits and back into the Gulf — in brazen defiance of Iranian warnings — imply the opposite: that E.U. governments, especially the two with the greatest force projection capabilities, are perfectly cognizant of the possible consequences and are prepared to deal with them.
And that suggests that the European Union, notwithstanding its economic travails, is experiencing its own “spring” in foreign and defense policy and that those who tended in the past to dismiss it as a flaccid talking shop capable of little more than vacuous posturing now need to carry out a fundamental reassessment.
Mark A. Heller is principal research associate at the Institute for National Security Studies, Tel Aviv University
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