Las trabas a las importaciones vacían los armarios de los hospitales argentinos















                                                                                               













Ramy Wurgaft (corresponsal)
 | Buenos Aires para EL Mundo.es

La mayor preocupación de Norberto Reynoso, cirujano del hospital de Mercedes, es entrar al quirófano y que le falten los guantes de látex.
No parece razonable que algo así suceda en Argentina, un país que destaca por la calidad de sus servicios médicos. Pero desde que se extendieron las barreras a las importaciones –de esto hace un año- en ese y en otros establecimientos se empieza a notar la falta de ciertos insumos básicos, como llaves de 3 vías, que se utilizan en lo sueros, equipos ortopédicos y hasta jeringas descartables.
La pregunta es qué sucederá a partir del 1 de febrero cuando entre en vigor el decreto que obliga a los importadores a pedir autorización por cada producto que quieran ingresar, desde una simple tuerca hasta un ordenador.
De acuerdo con la nueva ordenanza, los empresarios deberán elevar la correspondiente solicitud a la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), un organismo que hasta ahora sólo se ocupaba de recaudar impuestos.
Los empresarios piden aclaraciones acerca de la nueva medida, y el Gobierno sólo les ofrece una declaración de principios: a Argentina no ingresará ningún artículo homologable a otro que se fabrique en el país.
La realidad es más cruda de lo que pintan las consignas del Gobierno. Al no poder importar ciertas piezas que no se fabrican en el país y que resultan indispensables para la línea de producción, la planta de Fiat tuvo que suprimir uno de los turnos. Lo mismo le ocurrió a Juki, una empresa que tiene la representación de la japonesa Kawasaki en Argentina.
"Tenemos 5.080 motos paradas en la aduana y eso nos provoca problemas financieros. Nadie nos dice cuando las podremos liberar y los japoneses llaman pidiendo explicaciones", dijo a ELMUNDO.es, uno de los gerentes de la empresa.

Para reindustrializar el país

El argumento que esgrime el Gobierno, en defensa del control que ejerce sobre las importaciones, es que de otra manera no se puede llevar a cabola reindustrialización del país.
En efecto, algunos sectores, como los fabricantes de juguetes y de electrodomésticos, se han beneficiado de las barreras que impuso el Gobierno a los productos procedentes de Brasil –el principal socio comercial de Argentina- o de China. Pero traspasado cierto límite, el proteccionismo se convierte en un arma de doble filo.
"En Argentina, alrededor del 70% del proceso productivo depende de las importaciones, sea de accesorios, piezas de repuesto o máquinas. Semejante porcentaje pone de manifiesto la dependencia de la actividad interna en los productos de importación. Esa dependencia de no se puede suprimir por medio de decretos, a menos que el estado quiera arriesgarse a paralizar las industrias que dice defender", sostiene el economista Marcos Weisman.
A juicio del experto, detrás de las políticas "en defensa de la matriz productiva" se oculta la desesperación de la Casa Rosada por reducir el déficit en el intercambio comercial industrial, que en el 2011 estuvo cerca de los 25.000 millones de dólares.
Otro de los objetivos no manifiestos sería evitar que se repita el cuadro del 2011, cuando los activos del Banco Central cayeron en 5.800 millones de dólares al dispararse la demanda de divisas. "Al Gobierno le quedan dos semanas para arrepentirse (de los nuevos controles que piensa aplicar) de algo que pondría en riesgo procesos productivos enteros, la actividad económica misma y de seguido, miles de puestos de trabajo", concluye Marcos Weisman.

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