Hojas de palmera en costa pobre
Roberto Cachanosky
24 / 03 / 2013
Economia
Corrida cambiaria contra las hojas de palmera
EL RELATO CONTINÚA
Avalito, que era el jefe coordinador de los sumisos funcionarios de la señora parlanchina, (en la isla le habían puesto eso nombre porque avalaba cualquier disparate que decía la señora) le dijo a la parlanchina: “Se la ve cansada”. “Es que el viaje a la isla vecina por el acto de asunción me cansó bastante. Tuvimos que dejar la balsa 01 en el medio del océano y seguir en otra balsa alquilada, porque si llegábamos con la balsa 01 a la isla, los buitres la embargaban para cobrarse lo que les debemos”.
“Bueno, pero se la vio muy emocionada en el acto”, le dijo Avalito. “No nene, no estaba emocionada, lloraba de bronca porque en Holanda van a tener una reina que es oriunda de esta isla y ahora este hombre, también oriundo de esta isla, que asume un puesto clave a nivel de todos los archipiélagos y el mundo, y que justo era mi enemigo y lo maltrate hasta decir basta, ahora tiene más peso que yo en el mundo y en el archipiélago del sur. ¿Cómo quedo yo en el archipiélago? Una reina en Holanda, el otro con una voz que llega al mundo entero y yo me tengo que conformar con que me escuchen los de la zona de la isla que viven en Aldo Bonzi”.
“Bueno”, le dijo Avalito, “no se haga problema, hicimos lo imposible por desacreditarlo pero no funcionó. Igual ya el Boletín Oficial/12 cambió sus titulares. De insultarlo de arriba abajo pasó a mostrarlo como un gran hombre. Hasta la que manejaba el plan Afanos Compartidos, que suele tener una lengua bastante dura, siguió sus indicaciones y dio un triple salto mortal. Ahora anda diciendo por toda la isla que su enemigo es una gran persona. Tuvimos que cambiar la estrategia, pero quedamos bien”.
“Eso”, le dijo la señora parlanchina, mientras esperaba a que llegara el resto de los funcionarios de la isla a una reunión de urgencia. “Lo importante es mantenernos en el poder y si para eso tenemos que usar a la gente no interesa. La gente es descartable. La única no descartable soy yo porque soy exitosa en todo”.
Mientras hablaban del viaje de regreso, la señora parlanchina le preguntó a Avalito: “¿Y vos qué hiciste mientras yo estuve de viaje?” “Estuve estudiando para tener más conocimientos y así comunicar mejor sus actos de gobierno”. “¿Y qué leíste, Avalito?” “Señora, Ud. sabe que mi lectura de cabecera son sus tweets. Son una fuente inagotable de sabiduría”. “Ah, ¿viste?”, le dijo parlanchina, “soy una genia, too much”.
En ese momento entraron Ánimal, Merche, el Amado, Willy Dark y el patilludo al que habían abucheado en un viaje en balsa a una isla vecina cuando volvía de vacaciones. También llegó Lorenzito, que si bien estaba a cargo de los temas económicos en la isla, nadie le daba bola.
Se sentaron todos y la señora parlanchina dijo: “Acabo de bancarme de tener que ponerle cara de amor a un hombre que destraté todo el tiempo y encima llego y me encuentro con que se disparó el blue en la isla. ¿Qué está pasando?” Avalito, fiel a su condición adulador de la señora dijo sin titubear: “Aquí hay una conspiración de los náufragos, de los isleños vecinos y de los archipiélagos cercanos”. “¿Y vos como lo sabés, Avalito?”, le preguntó parlanchina. “Porque lo leí en uno de sus tweets, señora”. “Pero ese tweet es del año pasado”, le dijo parlanchina. “Sí, pero como su discurso es muy consistente”, dijo Avalito, “seguro que va a responder lo mismo en el próximo tweet”.
“Gracias Avalito, veo que vos valoras mis dotes de intelectual exitosa. Bueno, llamen al náufrago que viene siempre para ver qué tiene que decir del blue y del tipo de cambio”.
Llegó el náufrago y de entrada Willy Dark le dijo a la señora parlanchina: “¿Señora, no quiere que lo mande a reventar a patadas a este náufrago? Hasta le puedo mandar uno perros para que lo olfateen para ver si es un conspirador que especula con el blue. La nueva ciencia económica indica que los gritos, amenazas y trompadas son la mejor forma de ordenar las variables económicas”.
“No Willy, por un tiempo tenemos que hacer como que dialogamos. En eso saltó el patilludo y propuso desdoblar el mercado de cambios. Pongamos dos cambios: uno comercial a 5 hojas de palmera por gramo de oro y otro financiero que tenga una flotación sucia. Es decir, que Merche se encargue de controlar el mercado libre interviniendo para que no se vaya a al diablo”.
“Mire”, le dijo el náufrago, en primer lugar dudo que Merche pueda controlar el tipo de cambio financiero. Si no puede controlar el blue menos va a poder con el financiero. Además tiene la entidad quebrada. Pero lo más importante es que si Ud. deja el cambio comercial en 5 hojas de palmera por gramo de oro, va a seguir teniendo problemas de comercio exterior, porque el tipo de cambio real está atrasado”.
“Claro”, dijo Ánimal, “Ud. quiere una devaluación para desestabilizar al gobierno de la señora”, mientras se le caían algunas lágrimas porque se acordó que un tiempo atrás la señora lo había obligado a vender su oro para quedarse con hojas de palmera a plazo fijo por la política de palmerización forzosa. Pero enseguida se repuso pensando en todo lo que había recuperado con la corrupción del gobierno de la isla. Finalmente había perdido monedas frente a lo que le estaban robando a los náufragos.
“Yo no le pido ninguna devaluación”, le dijo el náufrago. “La cuenta es simple. Ud. me obliga a entregarle a Merche cada gramo de oro que exporto a las islas vecinas, y Merche me da 5 hojas de palmera, menos el impuesto a la exportación, me quedan 3,25 hojas de palmera por cada gramo de oro que exporto en mercaderías. Pero, además me suben los costos en hojas de palmera. Antes pagaba 5 hojas de palmera el metro de soga y ahora me cuesta 6,5 hojas de palmera. Es decir, yo exporto por un gramo de oro y Merche me da 3,25 hojas de palmera por gramo de oro, pero mi costo de metro de soga subió a 1,3 gramos de oro y antes costaba un gramo de oro. ¿Entiende que mi costo de producción medido en oro subió mientras que las hojas de palmera que me da Merche son siempre los mismos por cada gramo de oro que exporto en mercadería?”
El patilludo saltó y dijo: “Lo que pasa es que hay que separar los precios internos de los internacionales. Eso de la globalización es un verso de las islas vecinas para destruir la producción nacional. Ud. está con el discurso de los 90, cuando otro patilludo gobernaba la isla”.
“Vea”, le dijo el náufrago, le estoy hablando de exportar, no de importar. “Y bueno, suba el precio al que le vende a las islas vecinas”, le dijo patilludo. “Lo más seguro es que no me compren porque las islas vecinas hacen el mismo producto que yo y no van a pagar más gramos de oro por el mismo producto, respondió el náufrago. Si subo el precio en oro de mis productos quedo fuera del mercado en las otras islas”.
“Además”, agregó el náufrago, “si mantienen el tipo de cambio comercial en 5 hojas de palmera por gramo de oro, como los costos internos suben en gramos de oro, van a aumentar las importaciones”.
“Eso es imposible”, dijo Willy Dark, “porque yo no voy a autorizar las importaciones. Si la gente quiere escuchar música, que desempolve el Winco. Y si quieren ver televisión que desempolven los viejos aparatos, pongan una papa arriba del televisor y dos agujas de tejer como antena. El modelo requiere de sacrificios y no de lujos cuando la crisis de las otras islas se nos cae encima”. “Esa frase es mía”, le reprochó parlanchina.
“Entonces faltarán insumos para producir en la isla, se frenará la actividad económica y Uds. recaudarán menos impuestos, con lo cual van a tener problemas para financiar el gasto”, siguió el náufrago sin prestar atención a lo que decía parlanchina.
“Jamás”, dijo la señora parlanchina, “eso es el ajuste neoliberal. Merche, ¿vos podés emitir más hojas de palmera para sostener el consumo?” “Por supuesto. Estamos trabajando a full con ese tema. Estamos bajando hojas de palmera a un 40% por ciento anual que mandamos al mercado para mantener el consumo”. “¿No pueden bajar más hojas?”, preguntó la señora. “Hacemos lo que podemos”, dijo Merche, con cierto miedo. “Y vos mi Amado, ¿no tenías esa empresa medio trucha para falsificar hojas de palmera? ¿No están laburando?”, preguntó parlanchina. “Es que en la isla se armó tanto escándalo por un tema de formalismos menores cuando compré la empresa que estamos medios trabados por la Justicia”.
“No te hagas problema mi Amado, cuando democraticemos la justicia se arregla todo el problema que tenés. Entonces sí va a haber seguridad jurídica porque todos los jueces van a tener que emitir fallos de acuerdo a nuestras necesidades. Cuando democraticemos la justicia todo va a ser más previsible, porque todos sabrán que siempre vamos a ganar los juicios. Esa es la verdadera seguridad jurídica, saber que siempre vamos a ganar”.
Tratando de volver a la conversación, dijo el náufrago: “Pero si Uds. mandan más hojas de palmera al mercado, seguirán subiendo los costos en hojas de palmera y como el tipo de cambio está congelado, vamos a continuar con el problema del comercio exterior”.
“Además, Uds. prohibieron la compra de oro. Si ahora desdoblan el mercado, corren el riesgo que la gente retire el dinero de los bancos y compren oro en el mercado financiero y haya una corrida financiera. Uds. solos se metieron en un serio problema. La prohibición de comprar oro y el retraso cambiario es va a tener el mismo efecto que tuvo el corralito financiero que puso un señor un tiempo atrás en un isla vecina”.
“No me venga con corralitos. Jamás haremos eso. A lo sumo declararemos feriados todo el año para que la gente no pueda ir a los bancos. Además, ¿por qué harían tal cosa la gente de comprar oro? ¿Por qué son tan angurrientos de plata y ostentación en esta isla?”, preguntó parlanchina mientras buscaba algo en la nueva cartera Louis Vuitton que acababa de comprarse en su reciente viaje.
“Vea”, dijo el náufrago. “La gente ve que con cada hoja de palmera cada día puede comprar menos, así que no la usan como forma de ahorro”. “Que compren chozas, dijo parlanchina. Es que Uds. dispusieron que solo se pueden comprar chozas con hojas de palmera, pero los dueños de las chozas no las quieren. Solo quieren oro, y los que tienen oro no quieren entregarlo porque piensan que va a seguir subiendo”.
“Que hagan un depósito a plazo fijo en hojas de palmera”. Replicó la parlanchina. “Señora, dijo el náufrago, la tasa de interés real es negativa”. “¡Cómo que es negativa!”, dijo parlanchina. “En ningún banco vi el signo menos delante de la tasa de interés”.
“Lo que le digo, señora, es que es negativa en términos reales”, respondió el náufrago, pensando si el calor no la estaba afectando. “Ah”, dijo parlanchina, “claro, quería ver cómo era su now house en temas económicos. Creo que me está diciendo que quieren hacer inversiones que son un toch an gou y yo quiero un wine to wine”.
Avalito, sonriendo, le dijo bajito a Merche, “mirá como lo humilla al náufrago con el dominio de su inglés”.
“Señora”, dijo el náufrago, “si depósito 100 hojas de palmera en el banco a plazo fijo, en un año me entregan mis 100 hojas más 16 hojas que es la tasa de interés que me paga el banco. En total voy a tener 116 hojas de palmera. Pero con 100 hojas de palmera hoy compro 15,4 metros de soga a 6,5 hojas de palmera el metro. Con las 116 hojas de palmera que tendría con un depósito a plazo fijo, dentro de un año podría comprar, de acuerdo a la inflación esperada, 13,7 metros de soga. Voy a poder comprar 1,7 metros menos de soga. Me descapitalizo. Lo único que me queda como refugio es el oro o quedarme con metros de soga que son refugio de valor”.
“Esa inflación estimada es falsa”, gritó Willy Dark poniéndose los guantes de box y desafiando al náufrago a pelear, quien lo ignoró para no tener que partirle la nariz. “Acá no hay inflación, hay pequeñas variaciones de no más del 10% anual. Lo normal en una isla que crece como nunca había crecido en toda su historia”. “Esa frase también es mía”, le volvió a reprochar parlanchina.
“Ya me parecía que el náufrago estaba equivocado”, dijo parlanchina. “Un año atrás obligué a Ánimal a palmerizar sus ahorros en un plazo fijo y está feliz”. A Ánimal le volvieron a caer algunas lágrimas pensando en lo que había perdido.
“Le entiendo”, dijo la señora, “lo suyo es pura especulación. Quiere ganar mucho a costa del hambre de la gente que vive en esta isla, aumentando los precios imaginando una inflación que no existe”.
“Señora, si yo pierdo mi capital de trabajo, no voy a poder pagar los sueldos y la gente va a quedar desocupada. Tengo que cuidar mi empresa para poder dar trabajo”.
“¿Y vos Lorenzito, qué decís?” Lorenzito, que se estaba durmiendo, reaccionó y dijo. “Señora, su modelo es exitoso. A pesar de los pronósticos agoreros de este náufrago, su modelo y esta isla siguen consolidando la inversión productiva”.
El náufrago lo miró y le dijo. “Vea, acaba de irse una empresa de la isla vecina que iba a invertir 10.000 millones de oro en la explotación de potasio y van a quedar más de 6.000 isleños desocupados. ¿De qué inversión me está hablando?”
Justo en ese momento entró José Bajaron la Palanca, el hombre que se encargaba de destruir toda la infraestructura de la isla, y dijo: “Eso es mentira. Esos isleños vecinos querían explotar al pueblo de la isla”.
“No”, le respondió el isleño. “Los isleños vecinos traían oro y Merche les daba 5 hojas de palmeras por gramo y veían que en el mercado blue el gramo de oro estaba a 8.7 y subiendo. En otras palabras, como los costos en hojas de palmera suben, ellos tenían que traer cada vez más oro para hacer la inversión, hicieron las cuentas y se mandaron a mudar, porque se dieron cuenta que a este ritmo iban a tener que aumentar la inversión de 10.000 millones de gramos de oro a 20.000 millones por el atraso cambiario, lo cual hacía no rentable la inversión. Nadie invierte para perder”. Y el náufrago remató: “Mientras Uds. hablan de conspiraciones, golpe de mercado contra la señora parlanchina y cosas por el estilo, Merche sigue mandando al mercado un tsunami de hojas de palmeras sin valor. Por eso la gente se refugia en el oro. Lo que va a pasar es que nadie va a invertir, nadie va a exportar y el consumo se va a caer porque Uds. no van a recaudar para sostener el gasto y las empresas no van a poder subir los sueldos porque cada vez venden menos”.
“Váyase, conspirador”, gritó parlanchina. “Si Ud. no entiende se lo vamos a hacer entender, por las buenas o por las malas, que este modelo llegó para quedarse”.
El náufrago se fue y se quedaron todos mirándose. “¿Qué hacemos ahora?”, preguntó parlanchina mientras miraba la hora en su nuevo Rolex Yacht-Master en acero y platino que se había comprado para viajar en la balsa 01. “Esta gente parece no entender el sentido de la palmerización de la economía de la isla ni del modelo”.
Willy Dark dijo: “Vea, hoy y mañana mando a mis patoteros para que no operen en el blue. La semana que viene es corta y con un par de telefonazos y amenazas los tengo controlados. Después tenemos, gracias a la señora, como 6 días de feriados. Y la otra semana vuelve a ser corta, con otras amenazas los controlo. Así que tenemos tiempo para inventar algo”.
“¿Alguna otra idea, Willy?” Le preguntó parlanchina. “Y, ya le prohibimos a la gente comprar oro. Si viajan a las islas vecinas no les vendemos oro y si usan la libreta de crédito le hacemos pagar más caro en hojas de palmera lo que gastaron en oro en las islas vecinas, y además los investigamos con la agencia de robo legalizado. Estaba pensando en prohibirles tener metros de soga para que la tengan que vender y obligar a todos los que exportan a que no se queden con mercaderías. Que vendan para que Merche les afane con el tipo de cambio y si no venden les mandamos a los de La Compota a que les confisquen la mercadería”.
“Me parece bien”, dijo parlanchina, “pero ojo que los de La Compota no están para trabajar. Ellos cobran para aplaudirme y fundir empresas que confiscamos”.
“Entonces le mandamos al ejército”. Replicó Willy. “Pero si no tienen ni para el gas oil”, le dijo Avalito.” Igual estoy de acuerdo con vos Willy, acá hay que obligarlos a hacer lo que les decidimos en este cónclave de genios liderados para la máxima y exitosa administradora, la señora”.
“Eso”, dijo parlanchina, “gobernar es imponer. Mandar y perseguir a los que no están de acuerdo. Porque como siempre digo, si no les gusta que les aumentemos los impuestos, les quitemos su libertad por su bien y limitemos sus derechos para que no se lastimen por torpes, que hagan un partido político y ganen. Total los votos los contamos nosotros”.
Cuando ya se estaban yendo, parlanchina dijo: “Avalito, vos que tenés mis tweets como lectura de cabecera, fíjate qué enemigo nuevo podemos inventar por si no surge ninguna idea en estas dos semanas. Pero ojo, no te metas con el de la isla vecina que acabo de visitar porque se nos viene la noche”.
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