Arabia Saudita e Irán: un enfrentamiento geoeconómico más que religioso

Arabia Saudita e Irán: un enfrentamiento geoeconómico más que religioso

Adélie Pojzman-Pontay  
Arabaia-Irán
Analistas plantean que la crisis generada entre Arabia Saudita e Irán no tiene sus raíces en conflictos de fe, sino en los intereses económicos que las potencias occidentales tienen en la región. “Se trata de una lucha global por la apropiación de los grandes espacios económicos”, señala el experto en temas internacionales Rodrigo Karmy.
El sábado 2 de Enero, Arabia Saudita ejecutaba al clérigo Nimr Al-Nimr, un jeque chiita y también una voz crítica y opositora a la monarquía saudí. El ajusticiamiento llevó a varias manifestaciones, especialmente en Irán, donde la embajada saudita fue atacada. Arabia Saudita respondió con la ruptura de las relaciones diplomáticas, rápidamente seguido por Bahréin.
La crisis no se ha solucionado. La crispación entre las dos potencias regionales, que son rivales de larga data, impacta en las complicadas redes de alianzas de las cuales forman parte e implican a todos los otros actores regionales –tanto los estados y grupos rebeldes- como los grupos terroristas.
¿Pero cuáles son las ramificaciones de esta crisis? Conversamos con Rodrigo Karmy, profesor e investigador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, y con Olga Ulianova, profesora e investigadora de relaciones internacionales de la Universidad de Santiago, para entender lo que está en juego.
La rivalidad entre Irán y Arabia Saudita podría proceder de varios factores: los antiguos imperios árabes y persa, dos modelos de organización política de los estados musulmanes (un califato saudita y una república islamista iraní), o la oposición entre sunnitas y chiitas.
Karmy descarta estas explicaciones culturalistas y religiosas que en este caso no son solamente simplistas, sino falsas. No se trata de diferencias religiosas o étnicas.
En tanto, Olga Ulianova plantea: “Si no pertenecieran a estas dos corrientes diferentes dentro del Islam, habrían encontrado a algún otro fundamento para su rivalidad. La teología aquí no es la clave. Es una herramienta política y permite verbalizar y externalizar sus diferencias”.
“Tenemos que entallar la hipótesis geoeconómica”, que se define según Karmy como “una lucha global por la apropiación de los grandes espacios económicos”. Son los intereses desplegados por la región que dirigen a las alianzas y decisiones políticas.
Y para las potencias mundiales, el espacio económico del Medio Oriente está caracterizado por sus pozos de petróleo y las alianzas que se construyeron para tener un acceso privilegiado a ellos.
Arabia Saudita ha sido amiga de los EE.UU desde 1938, cuando las empresas petroleras del gigante Rockefeller invirtieron en desarrollar esta industria. Esta alianza económica se convirtió en una alianza política desde la segunda mitad del siglo XX, cuando empezó la Guerra Fría. Arabia Saudita se transformó en un gran apoyo en la lucha anti-comunista.
Irán por otro lado, desde la revolución de 1979, sigue siendo un aliado de Rusia, la ex Unión Soviética, y de China. Con el acuerdo nuclear del verano pasado entre Irán y los Estados Unidos, y el levantamiento de las sanciones comerciales en contra de Irán, le catapulta como un actor importante del mercado mundial del petróleo y de gas.
“Arabia Saudita es el actor más dañado del acuerdo nuclear con los EE.UU”, sostuvo Karmy. Por eso, la petromonarquía ve su hegemonía financiera y económica amenazada.
Arabia Saudita e Irán, y con ellos las dos alianzas internacionales, también tienen intereses en el resto de la región, particularmente en los dos conflictos mayores de Siria y Yemen.
Para Rusia es decisivo que Bashar al Assad se mantenga en Siria. Karmy dice que los dos países tienen un intercambio de 20 mil millones de dólares anuales, y en Siria se encuentra la única base naval rusa en el mar mediterráneo, el puerto de Tartus. Para los rusos, Siria también representa un asunto de seguridad nacional: si los EE.UU ponen a un islamista en el poder, sería una señal y una oportunidad para que los rebeldes chechenos regresen y reactiven su lucha.
“Hace muchos años que [los rusos] tienen la idea de armar una zona euroasiática, gracias al petróleo iraní y sirio”, dijo Karmy.
Por estas razones, Rusia no va soltar Siria, y Arabia Saudita, también con los EE.UU., tiene un lugar importante en el afán de destronar a Bashar al Assad. Para los Estados Unidos, el primer objetivo es aislar a Rusia y China del petróleo sirio para mantener su monopolio económico y su control militar de la región.
Por otro lado, Arabia Saudita apoya clandestinamente a grupos islamistas como Al Nusra, Al Qaeda, y más recientemente ISIS. Este apoyo financiero y militar, con la base teológica del wahhabismo saudita, ha permitido a estos grupos crecer y satisfacer la voluntad imperialista de Arabia Saudita.
“Los norteamericanos, desde el atentado a las Torres Gemelas, ven con preocupación que los grupos radicales financiados por los sauditas se manden solos. Los norteamericanos con los sauditas lo que hacen es produzcamos grupos como esos, pero al mismo tiempo controlémoslos” explica Karmy.
Para él, los Estados Unidos tuvieron una política de “laissez faire” –dejar hacer– a propósito de ISIS. Es, según Karmy, la única explicación sobre el fracaso de los bombardeos de la OTAN contra al Estado Islámico, que solamente tiene ejército, pero no fuerza área o naval, desde el año 2011.
“Lo único que podemos deducir es que hay un “laissez faire” y que solo cuando los rusos comienzan a hacerse cargo del asunto es que Obama va y dice “bien”. También porque no podemos dejarle esa zonas a los rusos. Es una guerra de espacios”, dijo Karmy.
“ISIS es el pretexto para desencadenar la lucha geoeconómica con los grandes espacios que se están jugando en la región y que compromete a la triada Siria, Irán, y Rusia y a la alianza Turquía, Israel, Arabia Saudita y los EE.UU,” agregó Karmy.
Para Olga Ulianova, los EE.UU. quieren mantener buenas relaciones con Arabia Saudita. Los sauditas implementaron una política de dumping, bajando los precios mundiales del petróleo, cuando los EE.UU. se volvieron exportadores por primera vez en varias décadas, gracias al desarrollo científico.
“Los EE.UU. no quieren dar señales que podrían empujar a las autoridades saudíes hacia posturas más abiertamente wahabitas. De hecho, el rey actual que asumió el año pasado, sí es más pro-wahabita que el monarca anterior. Entonces los EE.UU no quieren provocar”, dijo Olga Ulianova.
El otro conflicto donde se puede observar la influenza entre Arabia Saudita e Irán, es Yemen: “Yemen es tremendamente importante porque controla la salida del Mar Rojo”, observó la académica de la Universidad de Santiago.
En Yemen, el presidente sunita Abdo Rabu Mansur Hadi está siendo apuntalado por Arabia Saudita (y con ella las otras petromonarquías), mientras los rebeldes chiitas Houthis son apoyados clandestinamente por Irán.
Después de la crisis entre Arabia Saudita e Irán, los Sauditas anunciaron el 2 de enero que se acababa el armisticio. La tregua había empezado el 15 de diciembre y coincidía con el inicio de las negociaciones de paz de la ONU, pero él fue violado varias veces con ataques aéreos desde los dos lados.
“No es que el mundo árabe esté en guerra civil, es que el mundo en general es el que está en guerra civil en el mundo árabe” concluye Karmy.

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