Sudamérica en estado de alerta
La cumbre de la Unasur del jueves, cuyo contenido fue ayer primicia de Página/12, decidió reuniones de alto nivel para sugerir acciones inmediatas frente al peligro de derrumbe norteamericano. El detalle íntimo de las conversaciones.
Por Martín Granovsky
Desde Lima
La preocupación expresada por la Presidenta en Brasilia sobre la crisis financiera mundial confirma una primicia que dio ayer este diario: la cumbre de la Unasur del jueves produjo una declaración sobre la desigualdad pero el tema verdadero fue cómo proteger a Sudamérica de un cimbronazo norteamericano. Página/12 pudo determinar cuál fue una de las decisiones tomadas en el cónclave secreto: la reacción será urgente, casi on line, e incluirá dos reuniones inminentes en Buenos Aires y Lima de ministros de Economía. El seguimiento lo harán los presidentes en persona.
Juan Manuel Santos, el presidente colombiano, fue tan crudo en su descripción que terminó imponiendo un adjetivo que podría llegar a formar parte de una nueva ideología Unasur. Se trataría de la crítica de Sudamérica a los Estados Unidos o al sistema financiero internacional no por antiimperialismo o antinorteamericanismo sino como fruto de una conclusión práctica: se están comportando, dijo Santos, como “irresponsables”.
Santos, de arranque
El tema financiero no figuraba en el temario original de la cumbre de la Unasur. El centro sería la desigualdad y la necesidad de coordinar políticas públicas y ayudarse entre vecinos con las experiencias del otro. El objetivo era respaldar los planes de mayor justicia de Ollanta Humala, que asumió horas antes de la reunión del 28.
Sin embargo, los presidentes llegaron a Lima mirando con un ojo a Europa y otro a los Estados Unidos. A Europa por la crisis griega, la cascada hacia España o Portugal, el futuro incierto del euro y la perspectiva de una recesión profunda que afectaría también a Sudamérica. El ojo dedicado a los Estados Unidos se movía por la extorsión de la extrema derecha del Tea Party al Partido Republicano y la presión de éste a un Barack Obama que parece resignado a ser un Roosevelt al revés. En 1933, Franklin Delano atacó el poder de los bancos para inyectar dinero en programas sociales y obras públicas y atenuar el sufrimiento del pueblo norteamericano. Ahora la mayoría de los salvatajes se dirige al sector financiero.
Lo asombroso (o no) es quién abrió el debate de fondo. Fue Santos, el presidente colombiano conservador que asumió el último 7 de agosto luego de ser ministro de Defensa de Alvaro Uribe.
“No puede ser que los Estados Unidos entren en cesación de pagos, cambien el valor del dólar y los colombianos nos despertemos un día dándonos cuenta de que nuestras reservas no valen nada”, dijo. “No puede ser que los capitales entren y salgan y que nos perjudiquen a todos, porque cuando no consiguen ventajas especulativas en un país las terminan obteniendo en otro”, explicó. “Tenemos que hacer algo juntos y pensar medidas entre todos para defendernos.”
Ayer, en público, Santos insistió en la misma línea. Declaró que la reevaluación de las monedas de los diferentes países frente a un dólar cada vez más barato “nos está destruyendo la capacidad de generar más empleo y al mismo tiempo América latina está sentada sobre unas reservas de 700 mil millones de dólares que están perdiendo valor con la crisis”.
Rafael Correa, a la izquierda ideológica de Santos y además economista de profesión, aportó que “esto pasa cuando el circuito consiste en que el dinero genera dinero”. Correa vive una situación paradójica. Como Ecuador está dolarizado desde antes de su gobierno y el presidente se propone salir de ese régimen a mediano plazo, no ya mismo, hasta podría convenirle una caída estadounidense. Pero la otra parte de la paradoja, la que pesa más, es ésta: el futuro de Ecuador no está en el dólar sino en la calidad de su relación con los vecinos.
Cristina
“Que los capitales vengan, pero para invertir, no para especular”, dijo Cristina Fernández de Kirchner en el debate a puertas cerradas, según contaron a Página/12 diplomáticos latinoamericanos a cambio de conservar su anonimato. “La Argentina ya sufrió invasiones especulativas de capitales golondrina y sabe que cuando se van no queda nada.”
Al dirigirse a Santos en persona, Cristina recordó con cariño la relación de Néstor Kirchner con él, forjada en la mediación entre Colombia y Venezuela en agosto último, y dijo que adhería “fervorosamente” a la propuesta del colombiano.
“Nos costó mucho alcanzar el nivel de reservas, fue mucha disciplina y mucho esfuerzo de toda la sociedad como para que ahora se nos evapore”, dijo la Presidenta. Y recordó que ya estaba convocada una reunión del Consejo de la Unasur en Finanzas, que coordina la Argentina, para el 12 de agosto en Buenos Aires con ministros de Economía y presidentes del Banco Central.
Es rara la química interna de la Unasur. Es fuerte. Se parece a la convergencia de 2005 entre Luiz Inácio Lula da Silva, Néstor Kirchner y Hugo Chávez contra la integración del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas, el ALCA que propuso George Bush en una reunión cumbre de Mar del Plata.
Marco Aurelio García, el asesor internacional de Dilma Rousseff que ocupó el mismo cargo durante ocho años con Lula, suele decir que los presidentes se entienden muy bien cuando intercambian ideas sobre fenómenos reales complejos. Acostumbra recordar una reunión en Tucumán en la que Lula, Cristina y Chávez analizaron, también fuera de programa, en 2007, el comienzo de la burbuja especulativa con materias primas e hipotecas que remataría en la caída de Lehman Brothers de 2008.
Rafael Follonier, el secretario de Estado que acompañó a Néstor Kirchner en la secretaría ejecutiva de Unasur y también participó del encuentro de Lima como negociador, tiene escrito en la revista Veintitrés Internacional, y también repite, que “Unasur es el instrumento estratégico de la integración suramericana”. Para Follonier, coordinador de la Unidad Presidente en la Casa Rosada, en Unasur las burocracias tienen poco peso y la política es audaz, veloz, creativa, porque el nivel de discusión es alto y porque los líderes son “una selección suramericana”. Cada presidente es un presidente y es un jefe político, y ésa es una condición que el otro reconoce mutuamente, dice Follonier, que acostumbra mechar en sus charlas públicas relatos sobre las estrategias políticas de José de San Martín, Simón Bolívar, Bernardo de Monteagudo o Antonio José de Sucre. Todos ellos, también, jefes.
Dilma
Dilma, que en Brasil está comenzando la transición de Presidenta a jefa, un curso que suele ser intensivo en tiempos de crisis mundial, dijo que “no es justo que el país que maneja el patrón monetario del resto del mundo lo establezca de cualquiera manera, porque nos afecta a todos”. Es un concepto que le preocupa. Lo había expresado en la entrevista concedida a Página/12, Clarín y La Nación antes de su primera visita a Buenos Aires, el 31 de enero.
Según relató una persona del staff de Unasur, la secretaria general, la ex canciller colombiana María Emma Mejía, pescó al vuelo el giro de la reunión y ayudó a coordinar la charla y las medidas futuras.
Cuando Cristina anunció la reunión programa para el 12, el presidente uruguayo Pepe Mujica hizo una sugerencia. “Hagamos una antes, de ministros de Economía, así llegan a Buenos Aires después de una preparatoria”, dijo Mujica. También sugirió que fuera sólo de ministros, sin presencia de presidentes de Banco Central, para que quedara claro que seguían el mandato político de los presidentes.
La Presidenta, que también estaba acompañada del canciller Héctor Timerman, su colaborador (sherpa) en el G-20, estuvo de acuerdo. Elogió a Mercedes Marcó del Pont pero recordó que “a veces los presidentes del Banco Central se creen más que los ministros de Economía y más que los propios presidentes de la Nación”. Dijo que tuvo uno, pero que no está más. Era una alusión a Martín Redrado, que se fue a comienzos de 2010 después de una discusión sobre el uso de reservas.
Si todo comenzó con un planteo de Santos, la parábola de la reunión de Unasur se completó con un remate. El último en hablar fue el conservador Sebastián Piñera, presidente de Chile. Estuvo de acuerdo con todos los razonamientos y, como los demás, el mensaje que quedó en los participantes fue que, para Chile, Sudamérica no tiene por qué sufrir el capricho de europeos o norteamericanos.
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