Las barbas en remojo. Por Vicente Massot


Las barbas en remojo. Por Vicente Massot


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  • Periodismo de Verdad: 5 de agosto de 2011
       
    Veinte días atrás, poco más o menos, nos permitimos imaginar que hubiese sucedido si la presidente de la Nación, terminada la primera vuelta electoral en la ciudad de Buenos Aires, hubiera levantado el teléfono e invitado a dialogar al triunfador en esa jornada, el ingeniero Mauricio Macri. Por supuesto no hizo nada de eso.
    Decidió ignorar la victoria del PRO y, al mismo tiempo, lo obligó a Daniel Filmus a inmolarse en la consecución de una empresa cuyo final estaba anunciado.
    El domingo pasado, cuando las diferencias entre el lord mayor de la capital y el candidato del Frente para la Victoria eran claramente más amplias que las de 2007 en favor del primero, y no cabían dudas de cuál era la voluntad popular, Cristina Fernández decidió hacer cuanto parecía imposible: llamarlo a Macri y felicitarlo por el resultado de la elección. Seguramente siguió ese curso de acción especulando con el efecto favorable que tendría para ella el hecho de que se mostrase menos soberbia y dispuesta, como nunca antes, a aceptar la derrota sin dramatismos.
    Para alguien que siempre desmereció al ingeniero Macri y nunca creyó necesario reconocer que el jefe del gobierno autónomo representa, de manera genuina, a una inmensa minoría del país, haber dejado de lado los rencores y los agravios y actuar como presidente de todos los argentinos y no como jefa de una facción -por importante que sea- representa un cambio de actitud notable.
    Suponer que Cristina Fernández, de buenas a primeras, dulcificó su carácter y se convirtió en una fiel devota de las virtudes republicanas, sería -sin duda- una ingenuidad. Cuanto revela su llamado a Mauricio Macri es producto de la preocupación que ha ganado al oficialismo nacional respecto a los comicios del 14 de agosto y, en última instancia, a los del 23 de octubre.
    A esta altura nadie cree sinceramente en la Casa Rosada que las elecciones presidenciales a substanciarse dentro de ochenta días sean un trámite. Por lo tanto, para ganar resulta menester obrar determinados cambios de cara -sobre todo- a las clases medias urbanas.
    En el fondo de su corazón, la viuda de Kirchner seguramente piensa como Fito Páez. Pero lo último que podría hacer es actuar en correspondencia con el rockero. Debe dejar de lado sus pujos de maestra de Ciruela, olvidarse de la suficiencia con la cual, de ordinario, se dirige a todos nosotros en sus discursos públicos y enterrar, para siempre, la tentación de dictar cátedra en cuanta ocasión tiene. Por eso -venciendo vaya a saber cuántos prejuicios- se comunicó con Macri.
    Como escalón inicial de un cambio de libreto electoral, no es malo.
    En Olivos llueven las malas noticias y, en el curso de la semana pasada, abundaron los reveses, las pifias y los errores de cálculo garrafales. No sólo el desenlace de la elección capitalina, sino también el papelón protagonizado por Julio Grondona en la AFA; los cuatro muertos en la provincia de Jujuy y la sensación de que el peronismo tradicional -por oposición al kirchnerista- no está dispuesto a prosternarse ante la señora sin dar batalla.
    Vayamos por partes y comencemos por el fútbol. Aunque parezca increíble, la comedia de enredos -por momentos grotesca- protagonizada por Grondona, fue obra de un gobierno temeroso de las consecuencias del descenso de River.
    Cuando Ernesto Cherquis Bialo dijo sin pensarlo dos veces que todo este berenjenal no hubiese tenido lugar si los millonarios no hubieran perdido la categoría, llevaba verdad.
    Lo que no podía revelar era la trama oculta del tema, que es esta: Máximo Kirchner y Carlos Zannini poco menos lo conminaron al titular de la AFA para que hallase un principio de solución al hecho de que River tuviese que jugar en la 1ª B. Su inquietud no nació de sus simpatías por el club de Nuñez, sino del peso político y, eventualmente, electoral que podría tener el descenso tan comentado luego de su derrota con Belgrano de Córdoba. J
    ulio Grondona exhumó un proyecto de su antagonista en la Asociación que preside, Daniel Vila, y lo puso en el centro del escenario. Mejor hubiera sido que imaginara otra cosa. El remedio pensado resultó mucho peor que la enfermedad y el gobierno, que había obligado a Grondona a anunciar un nuevo formato para el certamen de 2012, virando en redondo le dio instrucciones de retroceder 24 horas después.
    ¿Qué había ocurrido? Sencillamente, que el país futbolero sin distinción de banderías consideró un verdadero mamarracho cuanto pretendía imponerse entre gallos y medianoche el año próximo.
    Pocas veces, si acaso alguna, hubo una reacción tan unánime de la gente que, sobrepasando a los dirigentes de los distintos clubes, puso el grito en el cielo por el atropello que se quería instalar. Grondona -a esta altura un títere del gobierno- no tuvo empacho en borrar lo que horas antes había anunciado con absoluta discrecionalidad. Lo que se dice, un papelón que no sólo sacudió las estanterías de la AFA.
    Del deporte al drama. En Jujuy murieron cuatro personas, incluyendo a un policía. En más de una oportunidad hemos hecho referencia aquí a la geografía política de la muerte. En este orden de cosas no es lo mismo -de hecho nunca lo ha sido- el valor de una víctima fatal en Misiones, La Rioja, Chaco o Jujuy, por ejemplo, que el valor de un muerto -político, se entiende- en Buenos Aires. Los casos de Kosteki y Santillán no requieren mayor explicación. Si hubieran sido fulminados por las balas de un jefe policial en alguna de las veintitrés provincias argentinas, fuera de Buenos Aires, las consecuencias habrían sido unas. Como cayeron muertos en el Puente Pueyrredón, ello obligó al entonces presidente de la República, Eduardo Duhalde, a acortar su mandato seis meses.
    Cristina Fernández no deberá pagar un precio demasiado alto por lo sucedido en Jujuy, pero debería prestarle atención al hecho de que, más allá de los excesos y el mal manejo del problema, la declaración de un conjunto de mujeres de la policía provincial -incluida la viuda del agente fallecido en los incidentes- pone al descubierto los alcances de la miseria y la marginalidad en la Argentina.
    En buen romance esas mujeres lo que han dicho es una verdad lacerante: su situación no es muy distinta a la de las familias que, en reclamo de viviendas, ocuparon ilegalmente terrenos de los cuales intentaron ser desalojados por agentes del orden tan carenciados como ellos.
    La legitimación por parte del gobierno nacional de la cultura del reclamo y la política de inacción estatal frente a la toma de los espacios públicos o privados, ha generado un caldo de cultivo peligroso. Si pretextando no criminalizar la protesta social cualquier avance sobre la propiedad del Estado o de los particulares en principio parece legítima, es lógico que tarde o temprano la violencia se privatice.
    Como en el sonado caso de las Madres de Plaza de Mayo y de los hermanos Schoklender, el gobierno ha tratado de despegarse de los incidentes y de las muertes de Jujuy.
    Pero, para su desgracia, ya no basta un par de declaraciones y la voluntad omnímoda de la presidente para ponerle coto a las malas noticias. El escándalo que hoy rodea a Hebe de Bonafini ha salpicado al kirchnerismo más de lo que sus mandantes hubiesen deseado.
    ¿Quién podía imaginar que la presidente de esa Fundación, célebre por sus pañuelos blancos, ahora, en sus rondas de la Plaza de Mayo, requiera custodia policial? -Nadie y, sin embargo, desde hace una semana la señora Bonafini ya no es dueña y señora de andar de aquí para allá a sus anchas.
    El fútbol ha resultado un singular dolor de cabeza por la inconcebible torpeza de Kirchner hijo y de Zannini. Jujuy los ha lastimado porque todo hecho político de esta naturaleza, con muertes de por medio, terminan ensuciando al gobierno. Para colmo de males, desde el pasado 10 de julio el Frente para la Victoria ha cosechado tres derrotas consecutivas y todavía falta la última de la serie, que se producirá el domingo 7 en Córdoba.
    ¿Cómo reaccionará el peronismo que, durante los últimos ocho años -no sin una gran dosis de obsecuencia- ha seguido a Néstor Kirchner y luego a su mujer sin decir esta boca es mía?
    Es sabido que, en petit comité, las críticas que ensayan sus barones provinciales y del Gran Buenos Aires a expensas de Cristina Fernández, son feroces. Inclusive el siempre dócil Daniel Scioli se lamentaba días pasados -hablando distendidamente con un candidato del arco opositor, que venía de hacer en Santa Fe una gran elección- de no ser él uno de los presidenciables.
    Prácticamente nadie en el peronismo tolera las ínfulas, el mal trato y la soberbia de la viuda de Kirchner, sólo que -de momento- no hay gobernador, senador, diputado o intendente capaz de vocear en público ese estado de animo.
    Quienes se han animado a hacerlo -Urtubey, Verna y De la Sota- no son, estrictamente hablando, la excepción a la regla. Representan a una mayoría que espera con ansiedad el 14 de agosto. Como se sabe, el justicialismo obedece al poderoso de turno hasta el servilismo. Claro que, si ese poderoso por alguna razón flaquea, es el primero en lapidarlo.
    El 14 de agosto está a la vuelta de la esquina y, salvo una decisión en contrario de la presidente -que tendría sus riesgos y sus ventajas- las elecciones se substanciarán en tiempo y forma.
    ¿Por qué le convendría al gobierno suspenderlas?
    -Porque el kirchnerismo le ha hecho creer a los argentinos que lo de octubre es un trámite, que Cristina ya ganó y que 40 % de los votos no es discutible. Pues bien, ahora tiene que demostrarlo y corre el riesgo de no poder hacerlo.
    Además, si el 14 se diese de baja nadie sabría dónde está parado y las posibilidades de que, en octubre, todo el voto opositor decantase hacia el mejor posicionado de los adversarios de Cristina Fernández, se evaporarían.
    ¿Por qué no le convendría suspender las internas abiertas?
    -Porque entonces volveríamos, en materia de candidaturas, a fojas cero y una fórmula Mauricio Macri-Miguel Del Sel -sólo por dar rienda suelta a la imaginación- sería posible.
    Hasta la semana próxima.
    Vicente Massot

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