Otro relato para Argentina....
Otro relato para el país que viene
El oficialismo tiene un discurso único (fea y pobre cosa)
al que denomina, para que no haya dudas, "el" relato. Antes, Néstor
Kirchner decía que "cada uno tiene su verdad relativa", lo cual no es
cierto, porque verdad hay una sola, aunque cada uno vea sólo partes de ella,
crea en cosas que no son verdad o sencillamente mienta. Pero ahora hay un solo
relato. El relato.
Sin
embargo, ha sucedido algo extraordinario que parece arrinconar al relato en una
esquina de oscuridad y error. Y no ha sucedido en cualquier lado, sino en el
centro del corazón del mal -en la visión de los "relatores"-, es
decir, en el mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI).
En
el relato, el FMI, perverso organismo que la República Argentina integra de
pleno derecho, es una suerte de Estado Mayor del imperialismo norteamericano,
dedicado fundamentalmente a que los yanquis se hagan ricos gracias a que
nosotros nos hacemos pobres. No importa que haya otros países, imperialistas o
no, como Nueva Zelanda o Azerbaiyán, que también sean ricos; el relato es
inmune a cualquier demostración de falsedad.
Para
el relato, el FMI ordena permanentes ajustes a los países periféricos -como con
masoquismo los relatores nos llaman a nosotros- de modo de generar más pobreza,
destrucción industrial y desempleo, lo que, por algún mecanismo mágico no
explicado por nadie, revertiría en el incremento automático de riqueza del
señor Obama.
El
"ajuste", para el relato, es el mal mismo, la herramienta del
sometimiento, la perversidad desembozada. Ajuste es bajar el gasto público, aún
en aquellos casos en que ese gasto viniera subiendo a razón de 40% por año,
como en la Argentina. Ajuste es subir los impuestos para no tener déficit, como
en la Argentina. Ajuste es subir las tarifas, como en la Argentina. Eso es así
aunque los publicistas lo llamen "sintonía fina", "fin de la
avivada" o de cualquier otra forma.
Sin
embargo, mientras la Argentina hace esos ajustes, ¿qué es lo
que está recomendando el FMI? ¡Menos ajuste fiscal! Christine Lagarde, la ex funcionaria
francesa y ahora jefa del FMI, viene de dar discursos en Alemania, donde
propicia que los países ajusten menos sus presupuestos, gasten más en la medida
que puedan, no depriman el consumo, emitan más moneda para que no baje la
inflación y se encarezcan las deudas de las naciones, se den cuenta de que lo
que importa es el crecimiento de largo plazo... Es verdad que Lagarde propone
esto en un contexto recesivo y que propondría lo contrario en uno expansivo; es
verdad que en los países serios -casi todos- la inflación es menor al 3 o 4%
anual y que "crecimiento de largo plazo" quiere decir productividad y
competitividad internacional, pero de todas maneras, ¡pobres escribas
del relato! ¡Qué mazazo innoble les está propinando la reina del mal!
Lo
cierto es que más acá y más allá del relato inventado, la Argentina K ha hecho
algunas cosas bien, como endeudarse poco y desendeudarse mucho, y la Presidenta
intenta no gastar más de lo que tiene, lo que es sabio, por cierto. Esa es una
buena base para afrontar una crisis internacional que nos debiera encontrar a
los argentinos unidos.
Lo
que nos falta para dar vuelta una historia de crisis cíclicas y frustraciones
es valorar otras cosas: la necesidad de subir certidumbres y bajar riesgos para
que haya inversiones; lo bueno del comercio, que permite multiplicar el trabajo
y la riqueza de todos; el control de los monopolios simulando el funcionamiento
del mercado allí donde el mercado competitivo no exista; la importancia de una
fuerte inversión en infraestructura y energía.
Eso,
y dar prioridad a la educación y a la investigación; entender que no es posible
cerrarse y escapar del mundo del conocimiento y la revolución científico
tecnológica; comprender que el mundo es más una oportunidad para nuestros hijos
que un enemigo; garantizar pisos de dignidad e igualdad de oportunidades;
valorar la diversidad, la pluralidad, la libertad de expresión, el disenso.
Eso, todo eso, sí que sería un buen relato para la Argentina del siglo XXI.
© La Nacion
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