Otro relato para Argentina....





Otro relato para el país que viene

Por Federico Pinedo  | Para LA NACION
El oficialismo tiene un discurso único (fea y pobre cosa) al que denomina, para que no haya dudas, "el" relato. Antes, Néstor Kirchner decía que "cada uno tiene su verdad relativa", lo cual no es cierto, porque verdad hay una sola, aunque cada uno vea sólo partes de ella, crea en cosas que no son verdad o sencillamente mienta. Pero ahora hay un solo relato. El relato.
Sin embargo, ha sucedido algo extraordinario que parece arrinconar al relato en una esquina de oscuridad y error. Y no ha sucedido en cualquier lado, sino en el centro del corazón del mal -en la visión de los "relatores"-, es decir, en el mismísimo Fondo Monetario Internacional (FMI).
En el relato, el FMI, perverso organismo que la República Argentina integra de pleno derecho, es una suerte de Estado Mayor del imperialismo norteamericano, dedicado fundamentalmente a que los yanquis se hagan ricos gracias a que nosotros nos hacemos pobres. No importa que haya otros países, imperialistas o no, como Nueva Zelanda o Azerbaiyán, que también sean ricos; el relato es inmune a cualquier demostración de falsedad.
Para el relato, el FMI ordena permanentes ajustes a los países periféricos -como con masoquismo los relatores nos llaman a nosotros- de modo de generar más pobreza, destrucción industrial y desempleo, lo que, por algún mecanismo mágico no explicado por nadie, revertiría en el incremento automático de riqueza del señor Obama.
El "ajuste", para el relato, es el mal mismo, la herramienta del sometimiento, la perversidad desembozada. Ajuste es bajar el gasto público, aún en aquellos casos en que ese gasto viniera subiendo a razón de 40% por año, como en la Argentina. Ajuste es subir los impuestos para no tener déficit, como en la Argentina. Ajuste es subir las tarifas, como en la Argentina. Eso es así aunque los publicistas lo llamen "sintonía fina", "fin de la avivada" o de cualquier otra forma.
Sin embargo, mientras la Argentina hace esos ajustes, ¿qué es lo que está recomendando el FMI? ¡Menos ajuste fiscal! Christine Lagarde, la ex funcionaria francesa y ahora jefa del FMI, viene de dar discursos en Alemania, donde propicia que los países ajusten menos sus presupuestos, gasten más en la medida que puedan, no depriman el consumo, emitan más moneda para que no baje la inflación y se encarezcan las deudas de las naciones, se den cuenta de que lo que importa es el crecimiento de largo plazo... Es verdad que Lagarde propone esto en un contexto recesivo y que propondría lo contrario en uno expansivo; es verdad que en los países serios -casi todos- la inflación es menor al 3 o 4% anual y que "crecimiento de largo plazo" quiere decir productividad y competitividad internacional, pero de todas maneras, ¡pobres escribas del relato! ¡Qué mazazo innoble les está propinando la reina del mal!
Lo cierto es que más acá y más allá del relato inventado, la Argentina K ha hecho algunas cosas bien, como endeudarse poco y desendeudarse mucho, y la Presidenta intenta no gastar más de lo que tiene, lo que es sabio, por cierto. Esa es una buena base para afrontar una crisis internacional que nos debiera encontrar a los argentinos unidos.
Lo que nos falta para dar vuelta una historia de crisis cíclicas y frustraciones es valorar otras cosas: la necesidad de subir certidumbres y bajar riesgos para que haya inversiones; lo bueno del comercio, que permite multiplicar el trabajo y la riqueza de todos; el control de los monopolios simulando el funcionamiento del mercado allí donde el mercado competitivo no exista; la importancia de una fuerte inversión en infraestructura y energía.
Eso, y dar prioridad a la educación y a la investigación; entender que no es posible cerrarse y escapar del mundo del conocimiento y la revolución científico tecnológica; comprender que el mundo es más una oportunidad para nuestros hijos que un enemigo; garantizar pisos de dignidad e igualdad de oportunidades; valorar la diversidad, la pluralidad, la libertad de expresión, el disenso. Eso, todo eso, sí que sería un buen relato para la Argentina del siglo XXI.
© La Nacion


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