Las naciones que se derrumban










Las naciones que se derrumban Daniel Muchnik 

Un libro que está teniendo presencia entre los lectores norteamericanos y de habla inglesa en general se titula “Why Nations Fail” (¿Por qué fallan las Naciones?) y sus autores son los académicos Daron Acemoglou y James Robinson. No faltan quienes están trazando críticas a este trabajo porque consideran que no se puede generalizar y que además le faltan muchas consideraciones a la tesis central.
Sin embargo, se trata de un libro importante que nos hace pensar mucho a los argentinos, que sirve para comprender ciertos errores del pasado, que es útil para interpretar el presente y sus contradicciones. Un país tironeado como el nuestro y sometido a vaivenes huracanados en ciertos momentos de la historia reciente merece explicaciones y exige estar atentos para no repetir errores.
Acemoglou y Robinson consideran que los países son ricos porque consolidaron sus instituciones, porque las respetaron y además porque sus clases dirigentes repartieron la actividad económica sin favoritismos y permitieron la rotación del poder político, siempre y cuando el nuevo, el que tomara el control respetara los que hicieron sus antecesores y no quisiera borrarlos de la historia. Se trata, entonces, que haya responsabilidad, respeto a las leyes y estabilidad en las decisiones. Más una actividad política bien encauzada y con buena agenda.
Por supuesto que el planteo de Acemoglou y Robinson brota con interrogantes. ¿Qué pasa, por ejemplo con las naciones con poderes autoritarios que, sin embargo, crecen a tasas respetables? Los autores contestan que, en esas situaciones hay riqueza porque hay incentivos, o bien porque disponen de un recurso natural buscado y bien remunerado en el mercado internacional... Es el caso del petróleo. En China, régimen autoritario dominado por el Partido Comunista y las Fuerzas Armadas el crecimiento se daría porque las autoridades brindan confianza de perdurabilidad.
Los autores hablan del factor estabilidad. Pero sería preferible que hubieran utilizado el elemento previsibilidad. Sin previsibilidad no hay horizonte posible para la inversión.
Pero, como cualquier fenómeno, la riqueza o el achicamiento de las naciones puede ser explicado desde numerosos rincones. En mi libro “Tres Países, Tres Destinos”, publicado a fines de los años noventa,en donde trazo una comparación entre el crecimiento de Argentina frente a Australia y Canadá encontré otros factores de diferenciación entre países que guardaron semejanzas hasta la década del cuarenta del siglo pasado. Canadá y Australia no sólo han tenido continuidad y respeto a la ley pese a encrucijadas difíciles y a irregularidades como la concentración de la riqueza, en especial en Australia. Estos dos países de habla inglesa alcanzaron la autonomía, pero adscribieron y adscriben formalmente al poder central imperial, un vínculo que no siempre significó una desventaja. Aunque sí víctimas porque en las dos guerras mundiales del siglo XX, en socorro de Gran Bretaña, perdieron decenas de miles de vidas humanas. Argentina, en cambio, prefirió ser una “colonia informal”, sólo relacionada con Londres por razones estrictamente comerciales y en el momento de los compromisos eligió la neutralidad.
La solidez y la continuidad alcanzada por las instituciones propiciaron el desembarco de capitales y mano de obra en Canadá y en Australia mucho antes que en la Argentina. Las guerra civiles, el desencuentro entre Buenos aires y el interior provinciano, las veleidades personalistas de los caudillos y sus empecinamientos demoraron la consolidación de una nación. El estancamiento económico de la Argentina desde hace décadas y según ciclos debería leerse como consecuencia del estancamiento político. Argentina quedó atrás de Canadá y Australia porque su sociedad fracasó en su intento de consolidar instituciones y una estructura política que organizara los intereses divergentes de sus regiones, de sus clases sociales, de sus movimientos partidarios. El enfrentamiento interno tuvo y tiene persistencia.
La Argentina no posibilitó anclajes de distinta naturaleza. El latifundio fue la esencia de la producción agroganadera. Los propietarios, concentrados en pocas familias y favorecidos impositivamente fueron reacios a la venta de lotes. En Canadá y en Australia la Corona entregó la tierra, al primero que pudiera explotarla. En nuestro país reinó el arriendo (de dos años). Fue un atentado contra el arraigo.
Argentina cayó dominada por idas y vueltas, por cambios bruscos. Canadá y Australia, en cambio, siempre aplicaron soluciones pragmáticas y con continuidad en la medida de las posibilidades y de acuerdo a las pulsaciones del mundo.

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